viernes, 31 de diciembre de 2010

Los tiempos de la vida

El conflicto generacional, el desprendimiento y el desapego, los ciclos y la fragilidad de la vida, la necesidad de encontrarse, de asumir las historias personales y reconciliarse con ellas, la relación con los hijos y de éstos con los padres. Son todos temas que están en esta película. A veces sin palabras, simplemente con imágenes y música, el film nos lleva por esos espinosos senderos.
Los tiempos de la vida, dirigido por la realizadora turca Yesim Ustaoglu, en el 2008, es una película profunda y austera mediante la cual la directora parece querer decirnos que en algún momento de nuestras vidas, tarde o temprano, la historia nos alcanza, nos encontramos con ella y nuevamente tenemos que decidir qué hacer. No importa el momento, en la ancianidad, en la adolescencia, en la madurez, cuando sea. Nos alcanza y entonces se abre un tiempo de encrucijadas. Como una Caja de Pandora (verdadero nombre de la película), ese tiempo depara sorpresas. Puede ser doloroso, dramático o inclusive alegre. Lo cierto es que nos sorprende y al rato nos reconcilia con nosotros mismos. La promesa, si logramos esa reconciliación, es una vida mejor, mas en sintonía con nosotros mismos.
No es casual que en estas experiencias, como Kavafis con su Itaca, haya un viaje de por medio. El viaje es una gran metáfora de la vida, como hay muchas otras. Pero el viaje siempre nos da la oportunidad (a través de conocer nuevas personas, del silencio en lugares desconocidos, del dejarse penetrar por nuevos paisajes…, etc.) nos da la oportunidad de reconocernos como nuevos. Es decir, de renovarnos. Pues bien, en Los tiempos de la vida hay también un viaje…, pero uno advierte que cada uno de los personajes está en el suyo, sumido en su trajinar… aunque perdido. Los tiempos de la vida harán que cada uno se encuentre y se pregunte nuevamente por el sentido del existir. En este caso, es lo que sucede a una anciana lo que hace que tres hermanos se sientan convocados a mirarse a sí mismos, simultáneamente, abriendo su caja de Pandora y enfrentando, como en otros momentos de la vida, el desafío de dejar el armadura con la que se han defendidito y escondido, porque ya resulta muy pesada, y desnudarse… dejar que sus emociones afloren, y con ellos la vida, aunque algunos encuentren la muerte. Pero eso, la muerte, es también uno de los tiempos de la vida. En fin, creo no equivocarme al decir que es una bella película, para no dejar de ver, una joyita del cine turco de los últimos tiempos, coproducida con Alemania y Francia.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Un largo y doloroso camino

Se trata de una hermosa e inusual película de Zhang Yimou. El cinéfilo se podrá acordar de Sorgo Rojo, la gran película con la que debutó Yimou en 1987, una fuertísima narración sobre la invasión japonesa a China. Fue un comienzo muy alto, prometedor, y su carrera siguió como se esperaba. En un momento se sintió muy convocado por temáticas femeninas como en Ju Dou o en Esposas y concubinas, y se fue convirtiendo muy rápidamente en uno de los exponentes mas importantes del cine chino.
Pero en Un largo y doloroso camino, el autor se sumerge en una intimidad inesperada para quienes conocen su trayectoria. Yimou penetra en temáticas muy masculinas como la relación padre – hijo o las dificultades para expresar los sentimientos. La película tiene esa ceremonialidad oriental tan particular que a muchos les puede resultar somnolienta, pero que a muchos atrapa y sensibiliza profundamente. Yimou nos lleva sin escalas a las dificultades en comunicar las emociones, los afectos y a la forma en que nos entendemos con nuestros hijos.
El personaje central quiere obsequiar algo a su hijo que está en el hospital. Viaja entonces desde Japón a China para filmar una ópera de máscaras, tradicional en ese país, ese será su regalo. Cuando está por filmar sucede un algo extraño. El cantante de ópera no puede entonar, no puede siquiera hablar porque llora con profundo dolor. El protagonista lo mira, sin poder reflejar en su rostro sentimiento alguno, pero piensa...: Lo envidio… sin importarle lo que piensan los demás, puede llorar y decir lo que siente, en público. Es un hombre afortunado. Si yo tuviera tanto valor como él, la relación con mi hijo sería distinta.
Su hijo, que está agonizando en el hospital, le escribe una carta en la que dice que siempre le apasionaron las opéras de máscaras. Descubrí que soy el actor tras la máscara. He tratado de engañarme a mi mismo y a los demás. Mis sentimientos verdaderos me han eludido, hasta ahora. Nunca me permití reconocerlos. Padre... la ópera no es lo importante. Ahora veo que las personas que se quieren, no deberían ocultarse sus verdaderos sentimientos.
Lo que piensa el padre, lo que escribe el hijo, la forma en que los ven los otros hombres, hace referencia a cuánto nos ocultamos bajo diferentes ropajes, cuánto nos protegemos de exponer nuestros sentimientos. Cuando nos ocultamos bajo distintos y tan variados ropajes, luego, para encontrarnos, debemos iniciar ese largo y doloroso camino hacia nosotros mismos. Ese el el camino del protagonista central de esta bella película. Por otro lado, no es casual que todos los personajes del film, excepto la traductora, sean hombres. El director está señalando ese gran desafío para el género masculino, el de la búsqueda de la propia sensibilidad. El amor, el encono, el perdón, la compasión, en fin, las múltiples formas de lo que sentimos son temas que se desatan a partir de éste núcleo. Una maravilla de película, para disfrutar, si se puede, con nuestros hijos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Los hombres que no amaban a las mujeres

Se trata de un gran policial del cine sueco, dirigido por Niels Arden Oplev. El título es totalmente engañoso porque ha sido muy mal traducido al español. Su nombre en sueco es Män som hatar kvinnor, literalmente Los hombres que odian a las mujeres. est´ña bien claro que quien le puso el título en espoañol, no vio este film que es el ams exitoso del cine sueco.
La película está cruzada por una serie de cuestiones de la historia sueca: el nazismo, el racismo, la suecia de la segunda guerra mundial, etc. Pero hay un aspecto que sobresale y que cualquiera le quisiera preguntar a Oplev, el directo.
Es como naturfal que en EEUU se hagan películas sobre asesinos seriales o críminales aledaños en su conducta. Allí, en esa sociedad, hay lo suficiente como para generar películas y dtos de la policía especializados en ese tipo de investigaciones. ¿Pero en Suecia?
Suecia es uno de los países mas igualitarios del planeta. La política económica en Suecia ha hecho que la clase media sea de un volumen del 75% de la población, con una inflación media anual del 1,8 %. Muchos informes señalan a Suecia uno de los mejores lugares del mundo para nacer o tener hijos. El sistema de salud,  al que acceden todos los ciudadanos, porque es una obligación del Estado, es excelente; la ediucación también, y la igualdad de género es mayor que en cualquier país europeo. de hecho, el 50% de la clase dirigente sueca son mujeres. En fin, podríamos mencionar muchos datos respecto de porqué esta sociedad es considerada de esta manera (excepto, claro, lo índices de suicidios, del alcoholismo, y el aburrimiento en tan largos inviernos). Pero nada podría hacer imaginar, en esa sociedad, crímenes como los que caben en la imaginación de Stieg Larsson, autor de la novela y de la saga Millenium.
La película, desde el comienzo, nos coloca en la línea del suspenso. No pasa nada, pero la música y la forma de filmar nos sumerge inmediatamente en ese clima del buen policial que nos dice que en cualquier momento puede pasar algo. repito, no pasa nada hasta bien entrada la película. Para los latinos eso es un poco tarde, porque pasa bastante tiempo con el estilo sueco (que precisamente no nos remite al Carnaval de Brasil), lo cual hace que uno cabecee un poco. Pero cuando arranca, y comienzan a atarse los hilos.... Los hombres que no amaban a las mujeres es muy buena. Para ver.

La sombra de Roldós

(Publicado en La Mañana de Neuquén, en el suplemento dominical)

El hombre,  de caminar cansino, con cierto aire de pesadumbre, se sienta, mira a la cámara y dispara palabras con una voz que uno puede imaginar -en otros tiempos- resonando en la sala de algunos presidentes: “Ecuador, por muchos años, fue gobernado por dictadores pro EEUU, usualmente muy violentos. Se decidió que habría elecciones libres. Jaime Roldós participó como candidato, declarando que su meta como presidente sería asegurarse que los recursos del país fueran utilizados para ayudar al pueblo. Roldós ganó con amplia mayoría (1979), con una ventaja desconocida antes en Ecuador y comenzó a implementar sus políticas, donde las ganancias del petróleo ayudaran al pueblo. Bien, en EEUU no recibieron la noticia con gusto. Fui enviado con otros “sicarios” para “entrenar” a Roldós, para corromperlo, para cambiarlo haciéndole saber que se podría hacer muy rico con su familia si sigues nuestro juego, pero si continuaba con estas políticas tendría que irse. Pero no atendió nuestras razones. Fue asesinado (mayo de 1981). Tan pronto como el avión cayó la zona fue aislada, solo se permitió el acceso al ejército de EEUU que llegaba de una base cercana construida en Ecuador. Cuando se inició la investigación, dos testigos clave murieron en accidentes antes de testificar. Muchas cosas extrañas sucedieron en torno al asesinato de Jaime Roldós, quienes investigan el caso no dudan que fue asesinado y, por supuesto, en mi posición pude sospechar que algo le sucedería a Jaime, fuera un golpe o un atentado, pero él sería sacado porque no era corrupto, no admitía los pactos que le proponíamos”.
El que dispara esas palabras es John Perkins en una entrevista que puede verse en you tube. Está claro que cuando se escucha esta exposición uno cree estar en presencia de una de esas simplificaciones conspirativas de lo que sucede en el mundo. Pues bien, si uno se zambulle en el libro de Perkins, Confesiones de un sicario económico, donde relata sus peripecias durante tres décadas de consultor económico internacional, desde 1968 a 2004, la precisión y los detalles históricos dejan claro que el autor fue testigo de esos episodios. Estuvo efectivamente ahí, en las diferentes formas del asedio de EEUU a Torrijos en Panamá y a Roldós en Ecuador, y que –aunque no alcanzaba a ver la importancia histórica de lo que estaba protagonizando- quedó fuertemente impactado por la honestidad intelectual de Roldós como de aquel gran panameño.
El libro es altamente recomendable, hay allí detalles -contados desde el particular ángulo de un asesor económico global- sobre lo sucedido en Irán, Panamá, Colombia, Egipto o Irak. Siempre con los recursos naturales de esos países, como telón de fondo.
El comentario sobre este importante testimonio de Perkins deriva de lo que sucede actualmente en Ecuador. Podrá el lector curioso adentrarse o no en el texto, pero está por demás clarísimo que la sombra de Roldós ronda en estos días por nuestro continente. Su asesinato vino luego de que no funcionaran las recomendaciones que se le hiciera y de que iniciara una política de recursos naturales de perfil nacional. Seguramente en estos días habrá quienes se esfuercen en desplegar argumentaciones en torno a la “reducción” de lo que sucede en Quito, como si se tratase simplemente de los sueldos de las fuerzas de seguridad. Mucha agua ha corrido bajo el puente como para al menos no sospechar que las políticas anticíclicas y sobre todo la estrategia petrolera del presidente Rafael Correa son las que están siendo cuestionadas. Está claro que el contexto no es el mismo que el de 1981, y el mejor síntoma de ello es la respuesta inmediata que han tenido los gobiernos latinoamericanos. Supo decir Hegel, en sus Lecciones sobre filosofía de la historia occidental, que lo que la experiencia y la historia nos enseñan es que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia, y nunca han actuado según las doctrinas que de ella se podrían haber extraído. Espero que no sea simplemente el optimismo de la voluntad lo que en estos días me lleva a creer lo contrario.

Si quieren ver y escuchar algo de las declaraciones de John Perkins , ahí va la primera parte:




Sus ojos se cerraron…

(Publicado en La Mañana de Neuquén, en el suplemento dominical)

Comenzó a acercarse a la política allá por los años ochenta, antes de la Guerra de Malvinas. Nos conocimos en una conferencia que dio “el colorado Ramos” en el Club Deportivo Neuquén, en la calle Fothéringan y, desde entonces, alimentada con las sucesivas decepciones de la democracia, fuimos cultivando una hermosa amistad que, claro, se despegó de la política. Hoy Fidel es un peluquero que disfruta tanto de sus tijeras como de la lectura, y conserva intacta una gran sensibilidad que en estos días es lo que le está permitiendo salir de su fatalismo. Me lo encontré varios días después y todavía ocultaba mal su conmoción por lo sucedido, me lo hizo sentir con un apretado abrazo mientras, suavemente y sin filtros, me largaba sus cavilaciones.
¡¿Este flaco vino sólo para despertar al gigante y se va?! ¿Así como así?! ¿cómo es que suceden estas cosas? Estuve muy triste si… ¡pero lo que veía en la televisión me sacaba la tristeza! ¡Tanta gente! ¡Y cuántos jóvenes! Que muerte rara… no? qué muerte rara…!!
Efectivamente, me dije, una muerte singular. En esos días abundaron textos que comparaban grandes muertes y funerales de la historia argentina. De todos ellos –y de los pliegues de mi memoria- no recuerdo una muerte que haya disparado tanto la esperanza como la de Néstor Kirchner. Esa Plaza, esa demostración de afecto que sorprendió a propios y extraños, impactó fuertemente.

Fidel, al igual que este escriba, hace mucho que no se siente seducido por ningún “ismo” partidario, de todas maneras, ante la demostración de afecto popular, ambos nos sentimos impulsados a buscar respuestas. Entonces, juntos, comenzamos a mirar  artículos y análisis para encontrarnos con los “números sociales” que parecen darle materialidad a aquellas emociones.
Por ejemplo, todos sabemos del efecto multiplicador de la construcción, en toda la economía y en puestos de trabajo, pues bien: en estos tiempos se duplicaron los kilómetros de autopistas que existían en el país, pasando de 965 kilómetros en 2003 a 2015 kilómetros en este año; se construyeron 480 mil viviendas. Este mes se inaugurará la escuela número mil. El salario, progresivamente, dejó de ser un valor establecido sólo por las leyes del mercado. El restablecimiento de las convenciones colectivas de trabajo, suspendidas por el peronismo en los ’90, cambió las relaciones laborales iniciando un camino que, es cierto, hay que profundizar, pero el cambio a sido relevante: en el 2003 se firmaron 203 convenios y en 2009, 1286, y el salario mínimo es un 900 % mas alto que el del 2003. La reforma jubilatoria hizo que la mínima subiera un 585 por ciento y que se incorporaran al régimen 2,4 millones de personas en edad de jubilarse pero que no podían hacerlo porque la economía de los ’90 los había dejado literalmente fuera del sistema. La Asignación Universal por Hijo dejó a la indigencia entre un 2 y un 3,5 por ciento, según los índices de inflación que se tomen de referencia. Eso significa que 10 millones de argentinos salieron de esa situación. El abismo entre el 10 por ciento de la población más rica y el 10 por ciento de la menos favorecida por los ingresos se achicó un 60 por ciento en estos siete años, pasando de 54 a 22 veces. Desde 2005 se reactivaron cerca de 1000 causas judiciales por violación a los derechos humanos en la última dictadura militar, hay 588 procesados, sobre un total estimado en un millar, y 50 condenados. En fin, sin mucho esfuerzo, cruzando datos, comenzaban a dibujarse lecturas posibles a esa sorpresa de vida que fue la respuesta popular a esa muerte.

En medio de la lectura de esos datos, Fidel me tomó del brazo y siguió, imparable, disparándome ideas: Mirá que la historia es larga he?¿Cuántas cosas pasaron desde que se fueron los milicos? Nunca pensamos, por ejemplo, que después de la dictadura, el peronismo podía hacer tanto destrozo como lo hizo en los ’90. ¡Una segunda década infame!. Y luego.., desde el fondo del tarro, apareció nuevamente el peronismo, inclusive con los mismos protagonistas de aquel desguace nacional… Y nuevamente sorprendió. Decime una cosa… Kirchner… ¿despertó al gigante?

Bueno… ahora sus palabras me remitían a esa obstinación argentina -como dice Feinmann- que es el peronismo. Efectivamente, en los ochenta era  –como la soledad para Pablo Milanés- un pájaro grande multicolor, que ya no tiene alas para volar. Y sin embargo reapareció. Reapareció y destruyó al país. Volviendo a Feinmann: “Que cosa el peronismo, caramba. Cómo diablos será posible entenderlo. En fin,  mientras memoraba esas frases del apasionante libro de este autor, Fidel seguía: Porque si sacamos la cuenta…, entre los diez años de tremenda construcción –de 1945 a 1955- y los diez años de destrucción –entre 1989 y 1999- Néstor vino a desempatar… y a colocar al peronismo en su lugar. Dos a uno gana la esperanza… Pierden los miserables. Y vos sabés que yo creo que el resultado es definitivo…!  si, si… yo creo que es definitivo.

Me asombró el optimismo de mi amigo, que se extendía entre los parroquianos de la peluquería. Me había acostumbrado a escucharlo hablar de Kirchner mas parado en la desconfianza, como buscando la trampa para no volver a creer, atrapado en la idea de que somos juguetes de un destino cruel. Me asombra además sentirme contagiado por ese optimismo. De todas maneras, no creo en ese “empate”. La persistente destrucción de este país viene de muy atrás, los ’90 han sido la coronación de una decadencia larga. Como dice Ferrer: sorprende que no haya sido peor. Creo que sólo en Derechos Humanos Kirchner pudo revertir esa debacle, por lo menos en lo que puede reparar la justicia. En economía apenas si hemos comenzado a movernos en el sentido de la reconstrucción. No es poco, ya lo dicen los números. Pero como ha dicho la presidenta hace unas semanas: “El país está en manos de los monopolios”, y estamos aún lejos de recuperarlo.
¿Que sea “ese” el gigante que se despertó? Quien lo sabe… ¿acaso durmió alguna vez? Nuevamente Feinmann: “El peronismo sigue y hay que seguirlo de cerca.… y tratar de entenderlo es aceptar el desafío de lo infinitamente contradictorio”. Sea lo que sea que está sucediendo en este país, pareciera que en verdad lo que se despertó es la conciencia nacional, que está adquiriendo una robustez considerable y eso es lo más importante, sobresaliente y alentador. Parafraseando a uno de los tantos que he leído en esos días, pareciera que aquel miércoles esos ojos se cerraron para que se abran los de muchos, inclusive de los que habíamos perdido la esperanza.

¿El fin de la pereza democrática?

(Artículo publicado en La Mañana de Neuquén, suplemento dominical)

Conozco muy bien a mi peluquero. Largas conversaciones, matizadas con buen humor,  me han permitido percibir cuándo algo lo está inquietando. Sabía, lo veía en su actitud, que algún titular lo había dejado pensando y, antes de sentarme frente al espejo, me disparó con sus cavilaciones: “Después de la estatización de las AFJP… ¿van por los Bancos? ¿Puede ser confiable un sistema financiero con ese grado de intervención estatal?”
En efecto, tal como lo suponía, la pregunta se desprendía de un titular, y en este caso del Diario La Nación sobre el proyecto de ley de servicios financieros que impulsa el Bloque Nuevo Encuentro Solidario. La pregunta tenía implícita la carga ideológica que revelaba su origen. Pero no nos vamos a detener en eso porque en verdad, esa pregunta me sumergió en una reflexión sobre el sistema financiero.

Newton y Marx juegan en el casino.

El negocio que implica la actividad financiera es antiquísimo, pero la constitución de un mercado global de capitales no tiene mas de dos siglos y medio de vida. El desarrollo del sistema capitalista industrial supuso una expansión de las actividades financieras en la medida que el acceso al crédito resulta vital para la expansión del sistema productivo. Desde entonces el pensamiento económico entendió a la actividad financiera vinculada a la economía real, en la medida que las actividades comerciales y productivas requieren de fondos para activarse y expandirse. Pero esa economía financiera no sólo era el soporte de una gran actividad industrial, sino que también era el vehículo de ganancias sencillas y rápidas, jugando –como en un casino- a la rentabilidad de papeles, comprando y vendiendo acciones, bonos de deuda, o la modalidad de especulación en boga. Claro, a veces iba mal, como a Isaac Newton en la crisis de 1720, donde perdió mucho dinero después de haber comprado bonos de las compañías británicas del sur de norteamérica. Pero a otros les iba bien. De hecho, el más agudo analista del sistema capitalista vivió un tiempo de las rentas de esta “ruleta” financiera, con lo cual de alguna manera la especulación  hizo un gran servicio a las ciencias sociales modernas al posibilitar que Carlos Marx pudiese dedicarse a escribir. En 1862, Marx le comentaba a un corresponsal amigo: “He estado (lo que te sorprenderá) especulando en la bolsa; parte en fondos norteamericanos, pero fundamentalmente en valores británicos, que este año crecen como champiñones (para promocionar todo tipo de empresas que te puedas imaginar). Se los fuerza a alcanzar niveles desmedidos, y luego la mayoría cae estrepitosamente. De este modo he ganado unas 400 libras, y ahora que la complejidad de la situación política abre aún más márgenes, empezaré de nuevo. Es un tipo de actividad que me lleva poco tiempo y por la que vale la pena correr un riesgo, si de lo que se trata es de quitarle dinero al enemigo”.

El mercado global

Más allá de Newton y Marx, lo cierto es que siempre coexistió, en el mercado financiero, la inversión productiva y la simple especulación donde el gran negocio lo hace el que se retira a tiempo. El siglo XIX, de la mano de la revolución de los transportes y las comunicaciones, globalizó este mercado en la medida que el capital adquirió una mayor capacidad para ir de un lado a otro del planeta, buscando la mayor rentabilidad. Eso es lo que el Barón Rothschild, destacado financista de la época, expresaba cuando decía, en 1875: “el mundo entero se ha convertido en una ciudad”. Dicho en forma directa: así como se globalizaba la financiación a las actividades productivas, y los créditos a los nuevos estados (sobre todo en América Latina) también se hacía planetaria la economía financiera o, como la llamaba Keynes, economía casino.
Luego, después de la primera gran guerra, y con el motor norteamericano en marcha vertiginosa, la crisis de 1929 fue un parte aguas. No entraremos aquí en analizar esa crisis. Ríos de tinta han corrido -y de las mejores- echando luz sobre ese episodio. Pero lo que de ahí en adelante se instala es la regulación del estado para evitar la reiteración de una crisis de sobreoferta de productos financieros, y el sostenimiento de la demanda efectiva. Al calor de esas regulaciones, al menos en América latina, se desarrollaron los más importantes procesos de industrialización e inclusión social del continente. Pero las cosas cambiaron, y mucho, con la crisis de principios de los años ’70 del pasado siglo.

El casino universal

Efectivamente, hacia mediados de los setenta y tempranos ochenta, una serie de situaciones hicieron a la aparición de una gran liquidez en busca de reproducir su ganancia. Si a ello le sumamos: las políticas de desregulación de la circulación financiera (esto es, la eliminación o reducción de todos los requisitos o limitaciones que la intervención del estado colocaba al capital financiero); la diversificación de la oferta de productos financieros (me refiero a la transformación de los bancos, que pasaron a ser hipermercados de productos financieros, donde se ofertan –además de sus productos tradicionales- tarjetas, seguros, futuros, etc.) y la revolución informática. Tenemos entonces una conjunción de factores que explican la financiarización generalizada de la economía donde gran parte del capital dinero no se transforma en capital productivo, sino que es usado para comprar productos financieros (de cualquier tipo) en busca de mayores dividendos, aumentando los mercados financieros, que adquirieron vida propia.
Esa financiarización de la economía mundial ha invadido la actividad de las personas, de las empresas, de los estados. Se produjo inclusive la paradojal situación en que los trabajadores, a través de los sistemas de jubilación privada (obligatorios sólo en algunos casos), echaron más combustible al sistema financiero.
Llegamos entonces a una situación en la cual, una gran dinámica parasitaria de economía especulativa, que no genera empleo, pero sí concentración de riqueza,  endeudamiento individual, familiar y de los estados, requiere de cada vez mas recursos porque, aunque no fortalece las economías reales, sus crisis las afecta directamente. Lo sabemos por experiencia propia, pero si alguien no lo recuerda, puede leer cualquier artículo sobre la actual economía europea.
Esa es la economía que en Argentina entró en crisis en el 2001, poniendo en el banquillo de los acusados a toda la dirigencia política, empresarial y sindical que llevó a este maravilloso país a vivir el más vergonzoso período de la historia económica nacional. La pereza de la democracia argentina parece llegar a su fin, ha tardado sólo 27 años en ponerse a discutir, luego de la evidencia de aquella crisis, sobre la necesidad de cambiar una ley que ha sido el eje de esa economía. Discutirla y promover una nueva es comenzar a delinear un nuevo modelo económico, necesario por cierto, porque no basta pararse en un tipo de cambio competitivo. El debate recién comienza, y en él deben participar todos los sectores de la economía argentina, como las universidades y todos los que de alguna manera sostienen un pensamiento crítico. Como en todos los tiempos de construcción: la innovación, el atrevimiento y la creatividad son sustanciales, pero sólo es posible con voluntad política de construir una nación soberana y justa. En fin, fue demasiado para un corte de cabello. Cuando terminé de pensar estas cosas, Fidel ya despotricaba contra Don Julio Grondona y sus 31 años al frente de la AFA. Recién ahí comenzamos a hablar sobre la pereza de la democracia argentina pero ahora, en clave futbolística.

El tiempo es veloz

Luego de varios días de frío, lluvia, inclusive nieve, la ciudad de Neuquén volvió a ver el hermoso sol de otoño. Disfrutaba ese cambio de temperaturas y en el auto sonaba El tiempo es veloz, una hermosa canción de David Lebón que -con una gran sutileza- habla del componente efímero que tiene la historia para las grandes y pequeñas cosas. La entonaba maravillosamente la Negra Sosa y –todavía con la carga emocional de la jornada del 25 de mayo- quien suscribe pensó: “Que lástima que La negra se nos fue unos meses antes. En estas últimas décadas fue la voz de la esperanza argentina. En ese día, justamente en este cumpleaños, se merecía nuestro abrazo y nosotros su vos. Renovando ese lazo de amor que supimos sostener”. Así, la letra y la tremenda interpretación no lograron sacar a este escribiente de sus cavilaciones sobre estos tiempos del bicentenario argentino.
Llegamos a él viviendo, económicamente, una década extraordinaria. Con sombras, claro, con problemas profundos, limitaciones serias, pero al fin y al cabo extraordinaria. Me preguntaba entonces por la naturaleza de este tiempo económico en que no dejamos de crecer en un contexto de crisis, y en la perdurabilidad de esta coyuntura favorable.
Pues bien, si miramos nuestra historia económica, las crisis profundas -esas que después siempre se citan y recuerdan- son consecuencia de “trastornos” económicos en el “primer mundo”, bien condimentadas con factores internos. Recordemos 1890, 1929, 1975, etc.
En esa línea, nuestra crisis de 2001 fue excepcional, ya que las políticas neoliberales estallaron en nuestros países antes que en el centro del sistema (genéricamente hablando, los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE). La periferia fue el escenario inicial de la debacle neoliberal y, desde entonces, un fantasma recorre el mundo desarrollado: la crisis. En efecto, varios años después –en 2008- estalló con una fuerza incontenible en EEUU y ahora está cercando a Europa. Pero a pesar de todos los males que causa este fenómeno, ningún país desarrollado se dispuso aún a salir del juego que los ha llevado a la situación actual, mas bien promueven un rescate neoliberal de una economía del mismo signo. Los 16 países de la eurozona están ahora en esa línea, pero la crisis sigue su ritmo. En esa parte del mundo hay en estos días 7 millones más de desocupados que hace 20 meses atrás, y las estimaciones no son halagüeñas al respecto. La economía de ese conjunto de países cayó 4% en el 2009, la peor cifra desde la segunda Guerra Mundial, y la producción industrial cayó un 20%, ubicándose a niveles de 1990. Pero ni así, ni amenazados por los que despectivamente llaman los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), esos estados se disponen a salir de un rumbo que Argentina ya conoce. Y, justamente, como ya sabemos de qué se trata, tendríamos que terminar de salir de él. Quizá debamos seguir con lo que nadie se atreve: la regulación de los mercados financieros, para nosotros, la reforma de la actual ley que liberalizó la actividad.
Reiteramos la idea, estamos en una coyuntura favorable. El año 2001 y, puntualmente, la forma de la recuperación desde el 2002, abrió una enorme oportunidad para la Argentina, porque -entre otras cuestiones-, por fuerza, nos desconectamos del mercado internacional de inversiones. En nuestros días ello resulta una especie de protección frente a los sacudones bursátiles y financieros, una especie de “blindaje” que, con acotadas medidas en los años siguientes, ha posibilitado que los ecos de la crisis en que ha entrado el casino global no alterara en demasía nuestro proceso.
Pues bien, lo anterior supone la apertura de una ventana de tiempo, crítica y acotada, que está en manos de la dirigencia y la sociedad argentina poder aprovechar. Es el tiempo que transcurre entre nuestra crisis neoliberal –la de 2001- y la recuperación económica del centro que todavía no parece vislumbrarse. Si en ese lapso no sólo reparamos los destrozos que en nuestra casa dejaran las últimas décadas del pasado siglo, sino que además definimos un rumbo (industrial, agropecuario, en ciencia y tecnología, en educación, etc.) -en definitiva un proyecto de largo plazo-, la recomposición del centro no nos volverá a colocar en situación de subordinación. Porque la economía internacional es un espacio donde las potencias dominantes imponen su juego y la salida de la crisis implicará para ellas un intento de actualización de los lazos de dependencia, poniendo en cuestión la libertad de movimientos de la que gozamos en la actual coyuntura latinoamericana. En fin, mientras el lobo está lamiéndose las heridas dejadas por tanto jolgorio neoconservador, podemos aprovechar ese tiempo para rehacer nuestra casa. Como en el clásico cuento de Los tres chanchitos, podemos hacer una casa de paja, de leños o de un material consistente que pueda resistir la fuerza del lobo cuando éste se recupere y retorne a sus andanzas. En los últimos años, aunque sin horizontes de largo plazo, se han recuperando algunas herramientas para la reconstrucción, un buen comienzo. Si a ello agregamos datos coyunturales como los indicadores macroeconómicos, la desarticulación política de viejos sectores de poder, el sistema de alianzas de la política latinoamericana, entre otros, estamos todavía en condiciones inmejorables de hacerlo. Tanto la región -el continente latinoamericano- como el país, lo tienen todo (sí, todo) para salir adelante por sus propios medios. Y eso no significa aquí “zafar” de la situación, sino echar las bases de una nación moderna, justa, libre y soberana. Ahora bien, ello dependerá de nuestra capacidad para generar los instrumentos y las políticas necesarias en el sentido de los consensos duraderos, y ello nos conduce necesariamente a considerar otros aspectos de nuestra vida nacional, que inciden directamente y son, por tanto, parte de este desafío.
El gran historiador francés Fernand Braudel, estando preso de los nazis pensaba en las duraciones, en los tiempos largos y cortos que dan cuerpo a las coyunturas históricas. Para nosotros, argentinos que venimos de largas décadas de desvarío y decadencia, hacer un esfuerzo para que lo urgente no desplace a lo estratégico, es fundamental. Si queremos despegar como nación y dejar atrás 200 años de áspera infancia tendremos que enfrentar ese desafío y discutir ampliamente sobre el tipo de casa que podemos hacer, con qué materiales, a qué ritmo y qué aportará cada uno de los grandes sectores económicos. El clima de unidad nacional que nos está dejando el bicentenario es un condimento inmejorable. Dar pasos hacia adelante, arraigando institucionalmente los consensos de largo plazo, es vital. La oportunidad no estará siempre, el tiempo es veloz.

Argentina y Australia

(Este artículo se publicó en "La Mañana de Neuquén" el domingo  6 de junio de 2010)


Fidel, peluquero amigo desde hace tiempo, y que me asistió hace pocos días, tomaba sus tijeras con su habitual pasión, con la misma con que suele desplegar sus argumentaciones sobre la selección nacional, el tango o el rumbo del país. Yo no prestaba mucha atención a su locuacidad cuando repentinamente escucho la siguiente frase: “mirá a dónde hemos llegado con éste país… y fijate lo que hicieron los australianos partiendo del mismo lugar”.
Tijera en mano, había tocado un punto sensible que no podía dejar pasar. Porque la comparación entre Argentina y Australia -o con Canadá o Nueva Zelanda- no es nueva, y el bicentenario parece ofrecer un escenario propicio para ese ejercicio, que echa mano de la similitud de índices –muchas veces de elaboración dudosa- entre nuestro país y aquellos, en tiempos del primer centenario.
Lo primero que me provocó la expresión de mi amigo es la intención de dejar claro que no pocas veces esas comparaciones son interesadas y se hacen para promover políticas que justamente esos países no aplicaron nunca y que, en verdad, nos llevarían a estar más cerca de Biafra que de Australia. En segundo lugar, hay en las argumentaciones que echan mano a ese tipo de ejercicio comparativo, un aire despectivo ante las potencialidades nacionales que fácilmente llegará a que eso sucede “porque los argentinos somos vagos”, frase que mi amigo Fidel no habría dicho jamás, creo. Entonces aquí nos encontramos con otro aspecto de ese ejercicio comparativo: ¿se hace realmente para aprender de experiencias ajenas? Si la historia no se pasara por alto, no sospecharía tanto.
Recordemos que estos países se incorporan a la economía mundial en plena segunda revolución industrial, llamada también revolución de los transportes –segunda mitad del S.XIX-, que posibilita la ampliación de la periferia como aportadora de materias primas para los centros industriales europeos. En ese contexto, los países con grandes praderas fértiles, como Australia, Canadá o Argentina, tuvieron una gran oportunidad. Pero los primeros llevaron adelante un proceso radicalmente distinto al de nuestro país, por muchas razones. Para el caso basta con señalar dos.
Lo primero es que Australia tuvo un proceso de integración social y de conformación de sus clases económicamente influyentes, totalmente diferente al nuestro. En esa experiencia fueron los colonos la punta de lanza para desplazar a los pueblos originarios y ampliar la frontera incorporando esas praderas a la producción, conformando una estructura agraria diversificada y una base social muy amplia porque también lo fue el reparto de la tierra. Esa misma base social, amplia y diversificada, motivó un proceso temprano de industrialización, generación de centros urbanos y desarrollo de la manufactura, apareciendo también una burguesía y una clase trabajadora vinculada al desarrollo industrial que se veía como una consecuencia lógica y normal del proceso que venían teniendo.
La segunda cuestión es que ese proceso dio lugar a que, a pesar de haber conservado el status formalmente colonial respecto de Inglaterra, esas sociedades tuvieron tempranamente -desde el S.XIX-  políticas de defensa del mercado interno -incluso frente a las importaciones británicas- y de desarrollo de un capitalismo nacional autóctono. Como contrapartida, en la Argentina, ese proceso fue bien distinto.
Ya antes que llegaran las grandes oleadas inmigratorias, la tierra estaba ocupada –sobre todo las zonas más fértiles- por una estructura de la propiedad de alta concentración. Y, salvo algunas colonias que se fueron conformando en acotadas zonas del país, esta migración tuvo enormes dificultades para acceder a propiedad de la tierra. Por lo tanto la conformación social del agro argentino tuvo, a grandes rasgos, dos pilares: los grandes propietarios y por otro los arrendatarios y peones. Esa concentración de la riqueza en un sector que era el fundamental y más dinámico de la época, porque el país -al igual que Australia- crecía con el impulso agropecuario, tuvo consecuencias muy importantes. Porque los grandes propietarios no hacían otra cosa que no fuera fortalecer de todas las formas posibles la complementariedad económica dependiente con Gran Bretaña, renunciando a una política de desarrollo industrial nacional y autónoma, que en otras experiencias se entendía como una consecuencia lógica del proceso.
Cuando comenté algunos de estos argumentos con el peluquero de la anécdota inicial, el mismo argumentó: “Pero tampoco estaba mal…. Si era la actividad exportadora lo que en ese momento les daba la mayor ganancia… y además hizo crecer el país… qué iban a hacer? Era lo mas lógico! No?” Bueno, debo decir que el diálogo se tornaba más complejo. Porque es cierto, el comportamiento de esa clase dirigente era –y lo sigue siendo- como lo supo estudiar Jorge Sábato, “racional”. Tan racional como la de aquellos empresarios que, por conveniencia inmediata, vieron con buenos ojos el golpe de 1976 o el peronismo en los ’90. Sucede que, parafraseando a Keynes, lo que es bueno y “racional” para algunos individuos puede ser malo para todos.
En suma, sostengo que la similitud de algunos índices, por ejemplo, en el ingreso per cápita entre Australia y Argentina a principios del S.XX, oculta mal esas diferencias de conformación histórica, que dieron lugar también a enormes diferencias en el plano político. En el país oceánico se desarrolló a partir de esa base económica una sociedad con más contrapesos y estable institucionalmente, lo cual fue conformando un sistema político donde los consensos de largo plazo son más posibles. Y eso no es poca cosa, porque en definitiva son éstos los que hacen a la estabilidad y al sostenimiento del desarrollo y crecimiento económico. Y aquí sí tenemos mucho que aprender de aquellas experiencias.
El camino será, como siempre, estudiarlas y extraer de ellas lo que se pueda. Pero no cabe dudas que está en la mira la necesidad del mejoramiento en la calidad de los liderazgos (empresariales, políticos, sindicales, etc); el funcionamiento de nuestras instituciones; la cohesión social y el pensamiento crítico. Temáticas que exceden estas reflexiones, surgidas de una conversación de peluquería.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

La última vez que vi a mi padre

Este drama está basado en el libro autobiográfico de Blake Morrison, está dirigido por Anand Tucker y su nombre en inglés es  And when did you last see your father? La última vez que vi a mi padre retoma, como nos podemos imaginar, el tema de la relación padre hijo, quizá no tan mágicamente como el Gran Pez o tan dramáticamente como Lazos de Familia, pero es una bella película, muy delicada.
El padre es siempre una figura de confñlicto. Sin embargo en algún momento sería bueno, como a cualquier ser querido, con todos sus defectos y virtudes, poder verlo. Verlo... en su esencia, tal cual es. Pasamos toda la vida buscando el momento para hablar de ciertas cosas, y a veces ese momento no llega. Peor sería que pase el tiempo y nunca nos hayamos visto, en nuestra naturaleza. Blake, el personaje de esta película, lo dice al final. Piensa que sería bueno, que vale la pena saber, pensar, cuando fue la última vez que lo vió, estando inequívocamente ahí, en la plenitud de su ser, bueno... siendo él, nada mas.
Mirando al horizonte siente que su voz le dice: ¿Cándo viste a tu padre por úlñtima vez? Cuando quemaron el ataúd? Cuando cerraron la tapa? Cuandop exhaló su último suspiro? Cuando se sentó y dijo algo? Cuando te reconoció por última vez? Cuando sonrió por últimas vez? Realmente....¿Cuando viste a tu padre por última vez?. Bueno, la película es muy linda. Tiene esa austeridad y elegancia del cine inglés mezcladas con ese humor negro que los caracteriza y excelentemente actuada. Muy recomendable. Ahí va un adelanto gracias a You Tube:

lunes, 20 de diciembre de 2010

Elogio del viento

Roberto Yacomuzzi, en La Pampa, siente que el viento se le arrima y le dice cosas, ahí están sus Confesiones del viento. En Neuquén conozco a algunos que se pierden entre los álamos para robarle melodías a las tormentas. A mi el viento me seca, me penetra hasta el ahogo, parece que me llena de arena el alma.
Armando Tejada Gómez parece que también se cruzó con esos azotes del aire, pero lejos del vacío, la sequedad o las confesiones, el viento le arrimaba aromas de América, de pueblos escondidos y, mas aún, parecía insuflarle vitalidad. El viento -dice Armando- va de Norte y vuelve Río, va de Río y vuelve Oeste, poleniza la rosa de los vientos y es el verdugo de la muerte
Quizá fue el viento quien llevó esta poesía a las manos del Cuchi Leguizamón para que le pusiera, con su magia salteña, unas negras y corcheas. Sí, quizá debamos agradecerle a algún ventarrón perdido este "Elogio del viento".
El Dúo Salteño, uno de los grandes dúos del folklore argentino, nos regaló una vez esta versión. Aquí está para que la disfruten, una forma también de homenajear a Chacho Echenique y a Patricio Jiménez, el dúo que se formara en 1967 bajo la dirección del Cuchi.


lunes, 6 de diciembre de 2010

El gordo triste

Horacio Ferrer escribió un homenaje a Aníbal Troilo, Pichuco. Tremendo poema. Astor Piazzolla le puso música, quedó un tango maravilloso. Pero cuando lo cantó el Polaco Roberto Goyeneche, El Gordo Triste nos tocó el alma. Después de bailar un tango, en ese oasis del sentir, aferrados al corazón de la compañera, deberíamos prenderle una vela a cada uno de estos tipos...a esta aristocracia arrabalera, que organiza glorietas para perros sin luna.
Que lo disfruten.... esta grabación es parte del recital que Astor Piazzolla dió en el Regina. El video es hermoso.