miércoles, 15 de junio de 2011

Kundera, la dictadura y la responsabilidad colectiva

Hace muchos años leí La insoportable levedad del ser, del checo Milan Kundera. Disfruté su lectura. Tanto que luego la leí otra vez. A partir de ciertas acusaciones cruzadas sobre la participación civil en la dictadura argentina y de lo que sucedió en los años '90, vino a mi memoria la forma en que este autor reflexiona sobre la responsabilidad colectiva. Lo quiero compartir con Uds. Es una reflexión que está al comienzo de la quinta parte del libro, La levedad y el peso. Lo que está en cursiva o en negrita es un resaltado de mi autoría.
 
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Cuando Teresa llegó inesperadamente a ver a Tomás a Praga, hizo el amor con él, como ya he escrito en la primera parte, ese mismo día o esa misma hora, pero inmediatamente después le dio fiebre. Ella estaba en cama y él de pie a su lado, con la intensa sensación de que ella era un niño al que alguien había colocado en un cesto y lo había enviado río abajo. Por eso, la imagen del niño abandonado se convirtió en algo precioso para él y le hizo pensar frecuentemente en los viejos mitos en los que aparecía. Ese fue seguramente el motivo por el cual un día cogió una traducción del Edipo de Sófocles. La historia de Edipo es conocida: un pastor lo encontró abandonado cuando era un niño de pecho, se lo llevó a su rey Pólibo y éste lo educó. Cuando Edipo era ya adolescente, se cruzó en un camino de montaña con una carroza en la que iba un dignatario desconocido. Surgió una disputa, Edipo mató al dignatario. Más tarde se convirtió en esposo de la reina Yocasta y en señor de Tebas. No sospechaba que el hombre a quien había matado en las montañas era su padre y que la mujer con la que dormía era su madre. Mientras tanto, la desgracia se cebó en sus súbditos y los castigaba con enfermedades. Cuando Edipo comprendió que él mismo era el culpable de sus padecimientos, se hirió los ojos con dos broches y, ciego, abandonó Tebas.

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A los que creen que los regímenes comunistas en Europa Central son exclusivamente producto de seres criminales, se les escapa una cuestión esencial: los que crearon estos regímenes criminales no fueron los criminales, sino los entusiastas, convencidos de que habían descubierto el único camino que conduce al paraíso. Lo defendieron valerosamente y para ello ejecutaron a mucha gente. Más tarde se llegó a la conclusión generalizada de que no existía paraíso alguno, de modo que los entusiastas resultaron ser asesinos. En aquel momento todos empezaron a gritarles a los comunistas: ¡Sois los responsables de la desgracia del país (empobrecido y despoblado), de la pérdida de su independencia (cayó en poder deRusia), de los asesinatos judiciales! Los acusados respondían: ¡No sabíamos! ¡Hemos sido engañados! ¡Creíamos de buena fe! ¡En lo más profundo de nuestra alma, somos inocentes! La polémica se redujo por lo tanto a la siguiente cuestión: ¿En verdad no sabían? ¿O sólo aparentaban no saber? Tomás seguía atentamente esta polémica (la seguían los diez millones de habitantes de la nación checa) y opinaba que había comunistas que no eran del todo inocentes (inevitablemente tenían que haber sabido algo de los horrores que habían ocurrido y no cesaban de ocurrir en la Rusia posrevolucionaria). Sin embargo, es probable que la mayoría de ellos, en efecto, no supiera nada. Y llegó a la conclusión de que la cuestión fundamental no es: ¿sabían o no sabían?, sino: ¿es inocente el hombre cuando no sabe?, ¿un idiota que ocupa el trono está libre de toda culpa sólo por ser idiota? Supongamos que un fiscal checo que a comienzos de los años cincuenta pidió la pena de muerte para un inocente fue engañado por la policía secreta rusa y por el gobierno de su país. 
Pero ¿cómo es posible que hoy, cuando sabemos ya que las acusaciones eran absurdas y los ejecutados inocentes, ese mismo fiscal defienda la limpieza de su alma y se dé golpes de pecho? ¡Mi conciencia está limpia, no sabía, creía de buena fe! ¿No reside precisamente su irremediable culpa en ese «¡no sabía!, ¡creía de buena fe!»?
Y fue entonces cuando Tomás recordó la historia de Edipo: Edipo no sabía que dormía con su propia madre y, sin embargo, cuando comprendió de qué se trataba, no se sintió inocente. Fue incapaz de soportar la visión de lo que había causado con su desconocimiento, se perforó los ojos y se marchó de Tebas ciego. Tomás oía los gritos de todos los comunistas que defendían su limpieza interior y se decía: Por culpa de vuestro desconocimiento este país ha perdido quizá por siglos su libertad, ¿y vosotros gritáis que os sentís inocentes? ¿Cómo sois capaces de seguir presenciándolo? ¿Cómo es que no estáis aterrados? ¿Es que conserváis la vista? ¡Si tuvieseis ojos, deberíais atravesároslos y marcharos deTebas! Aquella comparación le gustaba tanto que la utilizaba con frecuencia en las conversaciones con sus amigos y, con el paso del tiempo, iba expresándola con formulaciones cada vez más precisas y elegantes. Leía entonces, como todos los intelectuales, el semanario editado por la Unión de Escritores Checos, con una tirada de alrededor de 300.000 ejemplares, que había logrado una considerable autonomía dentro del régimen y hablaba de cosas de las que otros no podían hablar públicamente. Por eso en el periódico de los escritores se hablaba también de quién y cómo era culpable de los asesinatos judiciales durante los procesos políticos al comienzo del régimen comunista. En todas estas polémicas se repetía siempre la misma pregunta: ¿sabían o no sabían? Tomás creía que esta cuestión era secundaria y por eso escribió un día sus ideas sobre Edipo y las envió al semanario. Al cabo de un mes recibió respuesta. Le invitaron a que pasara por la redacción. Cuando llegó, lo recibió un redactor de escasa estatura, erguido como una regla, y le propuso que modificase la sintaxis en una frase. El texto se publicó en la penúltima página, en la sección de cartas de los lectores. Tomás no quedó satisfecho. Se habían tomado la molestia de invitarle a visitar la redacción para que les autorizase a modificar la sintaxis, pero después, sin preguntarle nada, recortaron notablemente su texto, de modo que sus ideas se vieron reducidas exclusivamente a la tesis básica (considerablemente esquemática y agresiva) y dejaron de gustarle. Eso sucedió en 1968. En el poder estaba Alexander Dubcek y con él los comunistas que se sentían culpables y estaban dispuestos a reparar de algún modo las culpas contraídas. Pero los otros comunistas, los que gritaban que eran inocentes, tenían miedo de que la nación indignada los juzgara. Por eso iban diariamente a quejarse a la embajada rusa y a pedir ayuda. Cuando se publicó la carta de Tomás, gritaron: ¡Hasta aquí podíamos llegar! ¡Ya se escribe públicamente que nos tienen que arrancar los ojos! Y dos o tres meses más tarde los rusos decidieron que en su virreinato las discusiones libres eran intolerables, y una noche su ejército ocupó la patria de Tomás.

Los que leyeron esta hermosa novela saben lo que le sucede a Tomás después de escribir este artículo. Los que no la leyeron ... harían bien en hacerlo.
Salú !!!

Kundera, el olvido y la memoria

En La lentitud (1994), Kundera hace una larga reflexión sobre el tema de la velocidad, cruzándolo con cuestiones que atraviesan toda su literatura, por ejemplo la memoria y el olvido, pero también -obviamente- el amor. En los fragmentos reproducidos mas abajo comparto algo de ésto. El resaltado en cursiva es de mi autoría.
Salú!!

De pág. 47.
Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de lo más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, mecánicamente, afloja el paso. Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso que acaba de ocurrirle acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rápido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano a él.
En la matemática existencial, esta experiencia adquiere la forma de dos ecuaciones elementales: el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido.

De la pág. 146
Cuando evoqué la noche de Madame de T., traje a colación la archí conocida ecuación de uno de los primeros capítulos del manual de la matemática existencial: el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido. Pueden deducirse varios corolarios de esta ecuación, por ejemplo éste: nuestra época se entrega al demonio de la velocidad y por eso se olvida tan fácilmente a sí misma. Ahora bien, prefiero invertir esta afirmación y decir: nuestra época está obsesionada por el deseo de olvidar y, para realizar ese deseo, se entrega al demonio de la velocidad; acelera el paso porque quiere que comprendamos que ya no desea que la recordemos; que está harta de sí misma; asqueada de sí misma; que quiere apagar la temblorosa llamita de la memoria.

domingo, 12 de junio de 2011

¿Cómo levantarse una mina con el mate?

Ahí está uno... tirado en el río y de repente ella gira su cabeza y uno dice.... mhhh , que interesante !! Y bueno, el mate ha sido siempre una herramienta fundamental para el "pescador de orillas" (je je).... "Querés tomar unos mates?"... el viejo truco.
Aquí les dejo las instrucciones para levantarse una mina con el mate, de Alejandro Dolina. Escucharlo al Negro por You tube es algo que le debo a mi querida amiga Marcela Debener.
Salú !!!


jueves, 9 de junio de 2011

Con humor y espíritu didáctico: las crisis financieras

Las burbujas financieras han universalizado el cortoplacismo y el facilismo, que durante mucho tiempo creímos un fenómeno muy argentino. Este video de Aleix Saló es muy bueno, muy didáctico y, además, con muy buen humor. Si Ud. nunca entendió éso de las crisis financieras y de las burbujas... no deje de mirarlo.
Si no lo puede ver por alguna razón, haga click aquí, el link es una gentileza de María Tapia:
Salú !!!

lunes, 6 de junio de 2011

Final de partida

¿Es posible conectarse con la vida estando cerca de la muerte? Hay cuestiones que hasta que no las vivimos no sabemos bien de que se trata., ni le damos la importancia que se merecen. Quizá la formalidad funeraria sea una de ellas. Tal parece que nos dice mucho de la vida. La forma en que nos despedimos de las personas parece ser tan importante como la vida misma.
Final de partida, una película japonesa, de Yôjirô Takita, Oscar a la mejor película extranjera en el 2009, fue una sorpresa para mi. La alquilé por la tapa: un hombre tocando chelo en una montaña, me pareció convocante. Apenas comenzó pensé que el DVD correspondía a otra película, que se habían equivocado en el video club. Pero no. Aunque el chelo me acompañó en todo el recorrido, el tema era otro: la vida, la muerte y el portal que articula el paso de una a otra dimensión de la existencia. La forma en que nos vinculamos con ese portal, la manera en que cuidamos a ese cuerpo, en que nos instalamos en ese momento para estar con quien parte es un aspecto de nuestras vidas que nos hemos acostumbrado a no mirar.
A los ojos de muchos, los ritos funerarios no sería el camino elegido para hablar de la armonía en la vida, de las pasiones, de los encuentros y desencuentros. Y tal parece que en el Japón  moderno tampoco habría muchos que elegirían ese camino. Pero la película sorprende con un tema universalmente áspero, una maravilla. La vi con mi hijo de 17 años, nos encantó.Nos emocionó.
Que la disfruten.
Salú !!