martes, 24 de enero de 2012

Recordando a un compañero de bolsillo

Como dicen los vendedores: no puede faltar en el bolso de la dama ni en el bolsillo del caballero. Es que cuando uno conoce la poesía de Jaime Sabines, dan ganas de llevarlo consigo por donde vaya, tenerlo siempre a mano porque su poesía tiene la sencillez de lo cotidiano y nos inspira para no alejarnos de lo sustancial.
Jaime nació en Chiapas, México, y falleció en el Distrito Federal en 1999. El poema que rescato en esta oportunidad es La Luna , pero en la web encuentran toda su obra y en este blog, en una entrada en la que se comentó Los puentes de Madison, colgé su memorable Los amorosos recitado por él.
Que lo disfruten, y si se contagian con la magia de este poeta... se joden, porque para esto -por suerte- todavía no hay vacunas.
Salú y un poquito de luna para Uds!!!
J.Q.





lunes, 23 de enero de 2012

Las flores del cerezo

Recuerdo a Sean Penn, en "21 gramos", decir algo así como que "toda mi capacidad de amar... de alegrarme...  de sorprenderme, pesa 21 gramos". Entonces pensé: Que diminuta que parece ser la cualidad de la vida, 31 gramos. Para los japoneses las flores de los cerezos son un símbolo de vida. Pero esas hermosas flores, aparecen una mañana y a los pocos días ya no están. Así de efímero, así de volátil, así de pequeña es la existencia, donde pretendemos siempre con mayúsculas que desbordan. Paradojas de la vida: pretendemos todos los universos húmedos en una gota de agua. Y en esa inmensa pequeñez jugamos a que vivimos, triunfamos o nos derrotamos, sin prestar atención a aquello tan sustancial de ese breve existir.
 
Doris Dörrie se concentra en esta cuestión para regalarnos un drama genial en Las flores del cerezo. Nadie en esta historia parece darse cuenta -como en gral no lo hacemos- de aquellas pequeñas cosas que dan sentido a lo que somos, a lo que son los otros y, por lo tanto, a lo que son para cada uno de nosotros. Dörrie parece decirnos que el amor -con su ilusión siempre a punto de desborde- en sus distintas formas, esta acosado por la pequeñez, por el tiempo y su velocidad. Después que pasan las cosas sabemos mas de él y de las personas que amamos. Después que terminó el viaje sabemos mas de trenes, decía un amigo. Lo efímero y la velocidad parecen ser los desafiantes obstáculos del entendimiento amoroso. Los que saben amar, aquellos que están atentos a lo sustancial de la vida, a esas pequeñas cosas que nos definen y no a las máscaras con que nos mostramos, están agenos a este acoso. Pero no es algo habitual encontrarse con gente así. Tampoco creo que sea algo que se logre simplemente con desearlo. Mas bien creo que es una actitud que se alcanza con trabajo. En la vida cotidiana, con quienes nos rodean y por supuesto, metiendo la pata y abrazando, porque -ya lo sabemos- no existen manuales para aprender a vivir.
Las flores de los cerezos, una maravilla mas de la alemana Doris Dörrie, que no tiene desperdicio. Le agradezco a Mariela que me la haya prestado.
Salú !!!
J.Q.