domingo, 29 de marzo de 2015

Proteger el sueño en Santiago

Cuba es un mundo de sorpresas.
Caminaba por la vecindad de la Habana Vieja, buscando café con una amiga cubana, y como la bodega estatal estaba cerrada optamos –como la mayoría de los cubanos- por “la libre”. Lo curioso de esa búsqueda fue que en la esquina había una cabeza de cerdo. Si, una cabeza de cerdo frente a la cual todos pasaban como si la misma no existiese. Ante mi sorpresa, que se tradujo automáticamente en fotografías de uno y otro ángulo, quien me acompañaba me dijo: “Seguro es santería o brujería”.

El dato se sumaba a muchos otros detalles que venía acumulando en mi pequeña libreta de anotaciones. Hacía unos días que había llegado de Santiago, en el oriente de la isla, donde nuestro anfitrión tenía una particular vitrina en la cual se dejaban ver una serie de santos que a sus pies tenían cigarros, miel, semillas, vasitos de ron, etc. Y en lo más alto del altar, muy ordenado y diariamente limpio, entre los santos mas importantes, un cuadro del Che Guevara. Es decir, sin saberlo, en Santiago nos esperaba una síntesis de la religiosidad cubana: la santería afrocubana, el panteón católico y el revolucionario. Todo mezclado en un culto que sólo nuestro querido amigo supo detallar en una conversación que se prolongó hasta las tres de la mañana.
De norte a sur, de oriente a occidente, las “noticias” de estos testimonios religiosos como de la convivencia entre los cultos, son habituales. Y puede verse que a veces la convivencia es un poco problemática. No es extraño por ejemplo, encontrar en una iglesia un cartel solicitando que no se hagan "brujerías" en la puerta de la “casa de dios”.
Una bailarina de salsa, una mulata bien dotada con quien bailé unos tangos en la “Casa del tango“ de la Habana, devota de la santería, nos dio muchos ejemplos de cómo ese culto no fue bien tolerado por la revolución. Tal como lo señalaron otros testimonios (inclusive dirigentes del Partido), hasta el 4to congreso del Partido, y sobre todo hasta la llegada del Papa Juan Pablo II, la relación del Estado con los seguidores de la santería y del culto católico no fue fácil. Desde aquel momento la tolerancia es absoluta excepto para los Testigos de Jehová, quienes cosechan pocos amores por estos lados.
Para el caminante no cubano la potencia de la “santería” o la religiosidad de los afrocubanos no puede dejar de llamar la atención por su colorido y sus formas. Estos credos tienen su origen en las aldeas del oeste africano desde donde fueron traídos los esclavos lucumí. Recorriendo la isla, observando los detalles y conversando con la gente, puede verse inclusive las distintas tendencias de esta religiosidad. Por ejemplo, hacia el oriente -la zona de Guantanamo o Santiago- los rasgos yoruba dejan lugar a elementos religiosos que tienen su origen en la zona del actual Congo e inclusive, en las zonas rurales hay una presencia fuerte del  Vudú, introducido por la migración proveniente de Haití que tiene su origen en otras zonas de Africa.
El sistema de la santería tiene una enorme complejidad porque no es homogéneo y depende de la forma en que en cada una de las regiones se fue produciendo esa particular amalgama entre las distintas etnias africanas, reunidas por la esclavitud, y el catolicismo. Por eso se dice que terminó siendo un sistema de culto con rasgos muy locales, pero muy arraigado en la sociedad

Con el caminar de la isla fui encontrando la explicación a esa gente vestida totalmente de blanco, a los colores de los collares, a los muñecos, a los brazaletes, etc. El testimonio más jugoso sobre estos cultos nos lo dio nuestro anfitrión de Santiago. El hombre estaba tan entusiasmado por contarnos los detalles de su altar, de su “iniciación”, de lo imprescindible que es la figura del Che como de preguntarnos por el mundo fuera de Cuba. El diálogo era fascinante, con una hospitalidad inesperada. Dimos vueltas por Argentina y España... pero la conversación volvió a ese terreno de las creencias populares donde se mezclan lo sagrado y lo profano como también a la medicina alternativa y popular que en nuestras tierras es el terreno del empacho, el mal de ojo o la culebrilla y que en Cuba tienen nominaciones diferentes, a pesar de que se trata de los mismos "cuadros clínicos”. Cuando empezamos con la cuestión de la juventud, la escasez permanente de productos y alimentos, la migración de oriente a occidente, ya eran las tres de la mañana y nuestro bus a Holguín partía a las 6. Imposible seguir, nos fuimos a dormir resguardados por los "orishas" que estaban en la puerta de la habitación, con sus coloridas vestimentas, collares y ofrendas: Obatalá; Ochosi; Baba-Lu-Ayé; Orúmbila; Eleguá; Changó; Ochún; Yemayá y, por supuesto el Che Guevara, todos cuidaron nuestro sueño.
J.Q.

Nota: Sobre las cuestiones de la santería puede consultarse: Lachatañeré, Rómulo. El sistema religioso de los afrocubanos. Un clásico sobre el tema.

viernes, 6 de marzo de 2015

"Taxi Luis" (una noche en Trinidad)



La noche era cálida. Sonaban guitarras, tres, maracas y congas… danzón, rumba, son, mambo, salsa… Todo se mezclaba esa noche en las calles de Trinidad… Los sonidos venían de la Casa de la Trova… del Club del Danzón o de la Plaza de la Música. Quien escribe estas notas caminaba relajado, disfrutando del espectáculo callejero: Gentes de todas partes del mundo y la morenidad residente se mezclaban gozando el transcurrir en aquella rítmica nocturnidad… La música y la combinación de pieles al ritmo daban la sensación de que en estos lugares se destiló la sensualidad y luego fue repartida por el mundo. Bello era caminar por las calles de esta ciudad que está por cumplir 500 años y que alberga sorpresas expuestas a la vista del caminante.
Pues bien… arropado por esa atmósfera, llamó mi atención un hombre humilde y sencillo. El sujeto caminaba cansinamente empujando algo parecido a una carretilla, claramente echa por él con restos de maderas rescatadas de antiguos usos. No me sorprendió, todo en Cuba se re inventa y re utiliza. En la parte delantera del aparato había una inscripción, cuyo estilo no desentonaba con la precariedad del transporte: “Taxi Luis
Me gustó la imagen, graciosamente atractiva. Se cruzaron las miradas y fue suficiente para que se iniciara el diálogo. Se sabe que en cualquier parte de Cuba nada es tan sencillo como conversar en la calle.


- No me va a decir que allí lleva gente Don Luis!!! Lo usa realmente como taxi?
   - No, chico!!! jajaja, es para llevar equipaje!!!  Ud. es argentino, verdad? De que parte?
   - De la Patagonia.
   - Un gusto!!! (nos estrechamos la mano). Pero dígame… de qué provincia?
   - De Neuquén.
   - Haaa vecino de Cipolletti…!! ahí donde el Río Limay y el Neuquén se juntan para hacer el Río Negro, no?
Automáticamente miré mi entorno y pensé…  “esto no puede ser cierto”. Era como una de esas situaciones que preparan los programas de cámara oculta.
   - Pero Ud. conoce Neuquén?!!
   - No, no, chico!!! Que la carretilla no me lleva hasta allá!!! Jajaja,  pero tengo un poema escrito para Neuquén, espere un minuto… tiene tiempo?
   - Jajajajaja… me está diciendo en serio?!!! Jajajaja claro!!!

Don Luis desató una bolsita de cuadernos que llevaba en su carretilla y, obviamente, nos sentamos en la vereda a conversar, mejor dicho, él a recitar y yo a escuchar. Sorprendido, alegre, lo escuché primero con lo que más le gustaba: el tango y la vida de Gardel. Luego siguió describiendo la geografía y la historia de mi provincia: sus ríos, el genocidio de los pueblos originarios, las araucarias, la cercanía de Chile y su influencia cultural…, etc. etc. Todo estaba en sus poesías. Don Luis sabía más de tango que muchos de los milongueros que conozco y de Neuquén, mucho más que el común de los neuquinos.
La particularidad de la noche era ya disfrutable, pero esta sorpresa la hacía increíble. Es un lugar común escuchar de lo extendida que está la educación en Cuba, y había tenido ya muchos testimonios al respecto, pero éste excedía todo y desafiaba la capacidad de asombro de este argentino devenido en caminante nocturno.
Con una sonrisa de oreja a oreja, lo invité con una cerveza –yo tomé una malta, exquisita- ambos estábamos muy contentos con el encuentro, nos despedimos. Él agradecido con mi escucha, yo por sus saberes y su forma de transmitirlos. 
Pero la historia no terminó allí… esa misma noche Don Luis y su “taxi” iban a ser motivo de otro particular encuentro, donde las sorpresas no terminarían y la poesía se combinaría con la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y la estupidez en la que suele sumergirse toda burocracia. Esa segunda parte ya me pareció desopilante, pero lo dejamos para otro post.
Salú !!!