sábado, 5 de diciembre de 2015

Jauretche, el peronismo y el 2015

Antes que nada, habría que mencionar que Arturo Martín Jauretche no tuvo una relación fácil con el peronismo.
Sabemos que se suma al movimiento luego del 17 de octubre de 1945 y que, en 1946, se postula a senador como integrante de una de esas pequeñas facciones del radicalismo que se incorporó al Peronismo. Pero  tempranamente Don Arturo conocerá el efecto del estilo personalista de conducción cuando una decisión de Perón lo deja fuera de la lista de candidatos. Ese fue su primer desencuentro. 

Luego, su alejamiento de la función pública, en 1950 –presidía el banco Provincia de Bs As- no sorprendió a la cúpula peronista, sus disidencias eran conocidas. Es el momento en que Don Arturo comienza a sentir, sobre su persona como sobre otros intelectuales que estaban cercanos al movimiento popular, el efecto del giro autoritario del peronismo de los ‘50. De hecho, Hernández Arregui le anoticia en una carta que uno de los más sobresalientes constitucionalistas argentinos de entonces, que había sido el principal portavoz de la reforma constitucional del peronismo en 1949, Arturo Enrique Sampay, estaba acusado de “infiltrado”. El mismo Jauretche, durante dos años, deberá someterse a una investigación que no tiene otro objeto que el de hostigarlo, al punto que el inspector de policía llega a decirle: Vea doctor, la verdad que a mí me mandan para ‘joderlo’, nada más.[1] No obstante, Don Arturo no confundió una situación con otra: …me llamé a silencio. Porque sabía que, con todos sus defectos, la caída de Perón significaría la vuelta de la oligarquía y el imperialismo.[2] Es decir, no se le hacía fácil convivir en el peronismo.

Ahora bien, ¿que es lo que cuestionaba Jauretche de Perón? ¿En que consistían esas tensiones? Y es aquí donde esa mirada crítica de Don Arturo puede aportar algo a lo que sucedió con la derrota peronista en las elecciones presidenciales del 2015.
Uno de los primeros temas que sobresalen es el fuerte rechazo de Don Arturo al personalismo. El movimiento está unido a través de una sola figura y por ello no se puede dejar crecer otra [...] Así se eliminaron muchos valores. Sistema que tiene la propiedad de permitir la maniobra rápida pero anula la posibilidad de nucleamiento alrededor  de cada uno de los tantos hombres capaces que tiene el movimiento.[3] Pero además, ese personalismo tenía otras consecuencias con las que Jauretche tenía problemas: los alcahuetes -o el coro de aplaudidores, como solía decir- y la propaganda. Efectivamente, los adulones -decía Don Arturo- son una cosa terrible, porque destruyen, porque no ayudan, no informan y engañan[4]. Lo alerté a Perón del mal que le causarían los obsecuentes, así como lo contraproducente que resulta una propaganda machacona y personalista[5].


El problema del personalismo se hacía más grave con lo que otros autores llamaron “tendencias hegemónicas del Peronismo”, que Jauretche señaló claramente, y que enervaba a las clases medias y posibilitaba la creación progresiva de un bloque opositor. Tendencias que parecían dejar poco lugar a la disidencia creativa: Perón no dejó margen para los no peronistas que eran nacionales.  Caímos cuando pusimos lo partidario por encima de lo nacional[6].

Finalmente, la relación con las clases medias y la burguesía. La visión jauretcheana respecto a ésto, y a lo que debe ser una revolución nacional en un país semicolonial, se desnuda como en ningún lugar en su intercambio epistolar con J.W. Cooke. Allí escribe, con inocultable acritud acerca del líder exiliado: El ‘genio de la conducción’ se olvidó de los factores de poder que están excepcionalmente en el campo de los trabajadores pero que de manera permanente reposan en la clase media y la burguesía. Éramos el partido con todas las condiciones deseadas por los teóricos de la revolución nacional, proletariado unido a las clases progresistas, es decir, a los sectores del capitalismo vinculados al desarrollo del mercado interno. El ‘conductor’ hizo cuenta electoral: los trabajadores me dan un millón de votos de diferencia votando sólo los hombres, votando las mujeres me darán dos millones. Puedo prescindir de los sectores burgueses y de las clases medias que lo único que hacen es crearme problemas y discutirme la unidad de mando que requiere mi genio. Se dedicó entonces, a destruir sistemáticamente al sector político, que era el que impedía la unidad total de las otras clases en su contra; después le metió al problema de la Iglesia. El resultado fue el lógico; unificó alrededor de sus adversarios todas las clases que son factores de poder, enervando a lo poco que se quedó de ellas que es el caso nuestro. Cuando las clases estuvieron unificadas en su contra, lo voltearon y los trabajadores no sirvieron para defenderlo.[7]
En fin… Me resultó interesante volver sobre estas viejas notas y reflexiones...
Las comparto.

J.Q.



[1] Arturo Jauretche. Revista Extra. Marzo de 1967. Citado por Galasso, Norberto, Biografía de un argentino. Homo Sapiens, Buenos Aires, 1997.
[2] Arturo Jauretche. Revista Así. 1963. Citado por Galasso, Norberto. Op. Cit.
[3] Jauretche, Arturo. Tribuna Oral. 31 de enero de 1961. Citado por Galasso, Norberto. OP. Cit.
[4] Borradores de Arturo Jauretche. Citado por Galasso Op. cit.
[5] Declaraciones a No. Galasso. Citado por Galasso
[6] Jauretche, Arturo. Revista QUE, mayo de 1958. Citado por Galasso, Op.cit.
[7] Arturo Jauretche en carta a J.W.Cooke. Cichero, Marta. Cartas peligrosas. Planeta, Buenos Aires, 1992.