martes, 12 de enero de 2016

Dictadura con permiso de la República

Por José María Mendes[*]
Para los argentinos la palabra dictadura significa lo opuesto a democracia y se explica, históricamente, por la alternancia de gobiernos surgidos de la urnas y golpes cívico militares durante el pasado siglo. La experiencia de “golpe” más cercana y traumática se inició en 1976 así, en nuestro lenguaje, Democracia y Dictadura son términos opuestos.
Sin embargo, con la ayuda de la historia, se puede presentar otro modo de ver las cosas. En la República antigua (Ciudad de Roma siglo V al I aC.) la dictadura era una “Institución” de la República. En casos de peligro (guerra o estados de emergencia) para la urbis, el Senado de Roma ordenaba a uno de los dos Cónsules la designación de un Dictador. El Senado tenía la autoridad para determinar cuándo era justificado el nombramiento y quién debía ocupar el cargo. Se trataba de una Magistratura Extraordinaria dotando a un hombre de poderes absolutos, sin que por ello quedase derogado el sistema político y jurídico pre-existente. Los romanos de la etapa republicana no querían volver a la monarquía.
El designado Dictador ejercía su autoridad por espacio de seis meses como máximo,  período en el que quedaban en suspenso todos los procedimientos ordinarios y las funciones de los magistrados. Nadie podía criticar ni discutir las órdenes del Dictador. El Senado, que en nada se parecía al nuestro, se conformaba con los representantes de las familias patricias de Roma (entiéndase nobles y ricas) y gobernaba en nombre del Pueblo de Roma. Existían además los Comicios que eran una suerte de participación muy (pero muy) indirecta de los ciudadanos de Roma, sistema que sería muy engorroso explicar aquí. Las instituciones de la República fueron cambiando entre el siglo V aC y el I dC.
Para que quede claro: no hubo Democracia en la Roma antigua. Hubo República en tanto funcionaba un sistema de instituciones y magistrados con funciones periódicas, y un sistema de representación. Democracia y  República no son entonces, histórica y conceptualmente, términos equivalentes.
La "tradición republicana" admite, permite, no clausura la posibilidad de una dictadura para afrontar una situación de peligro o restablecer el orden.
La precedente distinción histórica y conceptual tiene contemporaneidad en la Argentina de hoy, con su república y su senado. Las decenas de DNU que promulgó el gobierno del PRO (porque el gobierno es PRO), con la aprobación de sus aliados de  CAMBIEMOS, están avaladas por el SENADO. No es el Senado que se reúne en el edificio del Congreso de la Nación sino el SENADO “estilo Romano” compuesto por los representantes de las familias patricias. Las familias patricias son hoy la elite agropecuaria, los poderes financieros, comerciales y mediáticos cuyos nombres vemos flamear en el gabinete de ministros y en la nómina de funcionarios (nombres y vinculaciones en el gabinete nacional) . Esta es la concepción de República que habilita (necesita) una "Magistratura extraordinaria" para desarmar en poco tiempo el estado de cosas que había asomado en la etapa Kirchnerista. Para eso trabajaron.
Se pueden enumerar las medidas tomadas por el macrismo y discutir la legalidad y lo adecuado de los procedimientos de cada una de ellas. No lo haremos en este escrito. Sí se destaca aquí que la parte más poderosa de la sociedad ha permitido que el Presidente ejerza Poderes Extraordinarios. Con el silencio (caben interpretaciones) de una ciudadanía que lo votó por mayoría (ajustada pero mayoría al fin).
El intento de designar Jueces de la Corte Suprema por decreto, las presiones para expulsar a la Procuradora General de la Nación (que es la abogada del estado), la devaluación (que implica una importante pérdida del poder adquisitivo de los salarios), la derogación de aranceles a la importación;  la eliminación de las retenciones; la derogación por decreto de la Ley de comunicación audiovisual, la intervención (y disolución de la AFSCA); la designación en cargos públicos de gerentes de empresas multinacionales y abogados que defendieron intereses antinacionales, ocupando puestos clave con funciones de fiscalización del estado; las negociaciones para la toma de deuda y capitales de corto plazo, la represión a los trabajadores y la protesta social; sólo por mencionar a algunas de las medidas tomadas en menos de treinta días, son atribuciones que los poderes reales, el SENADO (real) no discutirá porque las exige. Sólo de este modo y a través de una operación de shock, que no tenga fácil retorno, puede dejar descolocados a los sectores políticos y sociales que sostuvieron la etapa del Frente para la Victoria.
Durante los 12 años de gobierno del Frente para la Victoria (no exentos de errores y contradicciones) no se atropellaron los marcos legales. Nunca se buscó una magistratura extraordinaria, entendida conceptualmente.
Tanto el modo como el contenido de las medidas que hoy se toman son con la anuencia de importantes sectores de la Alianza CAMBIEMOS y que seguramente serían discutidas en otro contexto político. No es menor destacar que esto cuenta con la conformidad del Poder Judicial casi en bloque y con el silencio de algunos sectores políticos que no apoyaron (abiertamente) a ninguno de los competidores en el ballotage.
El otorgamiento de poderes extraordinarios al Presidente de la República, el permiso para cargarse leyes, la autorización para gobernar sin parlamento están, en cierto modo facilitadas por la época del año (el receso del Parlamento, la diáspora de enero) y por la desarticulación del Sistema Nacional de Medios Públicos.

El impacto de las medidas que toma el gobierno por DNU (o de cualquier otro modo) tardará unos meses en doler. La anestesia leve facilita que se dirija la mirada de la ciudadanía hacia fuera de la cancha. La ciudadanía está mirando a la tribuna de los locales, exhibida en la amplia mayoría de los medios de comunicación con un blindaje mediático tan cerrado como el que abría requerido la Magistratura Extraordinaria de la Antigua Roma.
Macri ganó las elecciones legitimadas por un sistema constitucional que otorga al Presidente un importante poder de decisión, pero traduce esto en una especial forma de entender la REPÚBLICA, sostenida en una concepción aristocrática y oligárquica. Esto, más la alianza de los sectores privilegiados que quieren recuperar o mantener su hegemonía, le otorga la suma del poder público. No sabemos por cuánto tiempo ni con qué resultados.
La Magistratura Extraordinaria que habita Macri desde el 10 de diciembre, necesitará - en términos de Gramsci- de un consenso igual o mayor al que hoy lo sostiene (porque lo sostiene un consenso). El país no ha estallado y no parece que vaya a hacerlo prontamente. Es crucial para el Presidente no perder los apoyos que tiene, que son muchos y poderosos. ¿cómo lo logrará cuando se comiencen a percibir los resultados de las medidas que está tomando?
A favor tiene el agradecimiento y excitación de la derecha política y de los poderes fácticos que se mencionaron más arriba: es mucho y queda por sumar. Para retenerlos debe ser firme en el camino que ha tomado: demoler lo K que exista, lo Nacional y Popular que quede, y al peronismo sospechoso de serlo.Quizá le convenga, en algún momento, sostener la vitalidad de alguno de estos sectores para agitar el peligro de su retorno. Y para retener el apoyo, y sumar poder debe “distribuir” la riqueza en el sentido exactamente opuesto al del Kichnerismo, o sea, concentrarla en favor del SENADO.
Más tarde o más temprano esos serán los términos del conflicto principal.
Tres son las principales herramientas que tiene el Presidente para realizar su cometido:
Una: sostener la hegemonía en los medios de comunicación, necesaria para producir consenso. En pocas palabras significa producir un efecto tal que, los perjudicados por estas políticas, crean que es “lo mejor que les puede pasar” y que piensen que las medidas tomadas no son para alarmarse o, al menos, que son inevitables o, simplemente, que la sociedad sepa más de la vida de vedettes que de economía o política. En ese sentido se están moviendo los medios concentrados y algunos periodistas que en ellos buscan refugio.
Dos: la toma de deuda, un aporte de liquidez que puede amortiguar por un tiempo los efectos de las medidas económicas. Efecto ilusorio por cierto, ya que toda deuda implica un vaciamiento de las arcas a mediano o largo plazo.
Tres: la represión a la protesta social, herramienta que no ha dudado en echar mano toda vez que los consideró (y fueron varias hasta el día de hoy).

Haber comenzado el gobierno con una Magistratura extraordinaria conlleva un problema: es difícil ir por más poder. No es imposible, pero es difícil.
Al mismo tiempo, al avanzar en esta dirección, puede aglutinar un movimiento contrahegemónico que se proponga justo lo contrario, y decida enfrentar al SENADO, es decir, no seguir perdiendo derechos, resistir la represión y sacar del gobierno a los enemigos del pueblo.
En la construcción de esta contrahegemonía pareciera que la clave es repensar el Proyecto Nacional y Popular, sus articulaciones, su estrategia, su tácticas. Darse un baño de humildad para establecer nuevos acuerdos de heterogeneidades y reconstituir un espacio donde -como siempre- hay nacionales y populares de toda laya y color. Romper el cerco mediático, ocupar la calle, apoyarse en el amplio y diverso abanico de espacios que se forjaron de la década pasada. Porque esto no viene fácil y será largo.
Hasta hoy el sentido común le va ganado al buen sentido (y por más de un dos por ciento). No obstante, la sociedad Argentina ha demostrado que no hay partido cuyo resultado no se de vuelta. No faltan organizaciones sociales y políticas que estén pensando en nuevas formas de articulación. La larga tradición y experiencia de luchas populares está a prueba y los motivos sobran. El pueblo, con sus tiempos, marcha sin apuro y, como supo decir un grande de las letras rioplatenses, si pudo engendrar en su seno las montoneras de otrora, cuando llegue la hora mañana también podrá, clavar a su voluntad mil estrellas en la aurora.


[*] Magister en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales. Profesor de Historia en la Universidad Nacional de Río Negro y el Instituto de Formación Docente de El Bolsón. Miembro de Carta Abierta de la Comarca Andina del Paralelo 42º.