México, un país
ENORME en su geografía como en su espíritu, en su cultura como en su historia,
vive una tragedia que –al decir de Bartra- huele a “antigua podredumbre”.
Los hechos de Ayotzinapa son la última muestra de incapacidad de una clase política que, con un desembozado desprecio por la sociedad que dice representar, ha hecho posible el bienvenido malestar (aunque no hartazgo) de la sociedad mexica. Si “fue el Estado” o no, es algo que demostrarán los procesos de justicia que –a su tiempo- llegarán si los sectores políticamente dinámicos no se detienen, lo que no cabe duda es que hoy el Estado mexicano es una estructura colonizada por mafias de todo tipo: financieras, de la clase política, mafias policiales, sindicales y –la más cruel de todas y tan internacionalizada como la primera- el narco. Pero a la vez, he ahí el gran problema, si el Estado es la clave del drama lo es también de la recuperación. El Estado debe volver a manos de representantes genuinos en la forma que sea, tal como se hizo ante el Porfiriato. Ésa es la urgencia y la demanda. Lorenzo Meyer supo hablar de las reiteradas muertes de la revolución mexicana, luego del Cardenismo. Pues bien, será tiempo de recuperarla, de reinventarla, resignificar su espíritu para reapropiarse de un Estado que sólo sirve a mafias, es el símbolo de lo ilegítimo y el principal responsable de lo que, al día de hoy, es ya un genocidio hormiga.
Los hechos de Ayotzinapa son la última muestra de incapacidad de una clase política que, con un desembozado desprecio por la sociedad que dice representar, ha hecho posible el bienvenido malestar (aunque no hartazgo) de la sociedad mexica. Si “fue el Estado” o no, es algo que demostrarán los procesos de justicia que –a su tiempo- llegarán si los sectores políticamente dinámicos no se detienen, lo que no cabe duda es que hoy el Estado mexicano es una estructura colonizada por mafias de todo tipo: financieras, de la clase política, mafias policiales, sindicales y –la más cruel de todas y tan internacionalizada como la primera- el narco. Pero a la vez, he ahí el gran problema, si el Estado es la clave del drama lo es también de la recuperación. El Estado debe volver a manos de representantes genuinos en la forma que sea, tal como se hizo ante el Porfiriato. Ésa es la urgencia y la demanda. Lorenzo Meyer supo hablar de las reiteradas muertes de la revolución mexicana, luego del Cardenismo. Pues bien, será tiempo de recuperarla, de reinventarla, resignificar su espíritu para reapropiarse de un Estado que sólo sirve a mafias, es el símbolo de lo ilegítimo y el principal responsable de lo que, al día de hoy, es ya un genocidio hormiga.
La
trampa de Ayotzinapa y la desaparición reiterada
Tapete de muertos en las calles de Oaxaca |
Viene a la memoria Primo Levi y aquella pesadilla reiterada cuando estaba en Auschwitz. Soñaba que salía del campo
de concentración, vestido con sus ropas de preso, llegaba a su casa y hablaba
con familiares y amigos y les contaba lo que estaba sucediendo. Ellos lo
miraban y no decían nada, lo miraban sin malignidad ni reproches, sin negar
nada... solo lo miraban; a pesar de su desesperación seguían con sus quehaceres...
o hablaban de cosas cotidianas. Lo que él reflexionó sobre esas pesadillas, al
recuperar su libertad, es que era un mecanismo de autodefensa ante lo que
provocaba mucho miedo, porque nadie quiere enterarse de cosas que lo harían
repensar radicalmente su forma de vida..., su “normalidad”. Puede que algo de eso esté sucediendo, que el miedo
haya estado haciendo de las suyas y una sociedad con miedo es un colectivo que
inhibe sus potencialidades, que no atina a desplegarse, que baja la vista y que
–por tanto- se hace maleable. El miedo se contagia, como un virus, y nos aísla,
nos enseña a desconfiar… el miedo es la herramienta por excelencia de las
dirigencias políticas para justificarse, para perpetuarse.
Pero sucede que la esperanza también es contagiosa y lo mas dinámico de la sociedad mexicana lo está experimentando en sus movilizaciones. Entonces, al miedo, las calendas…, al miedo el baile burlón de las catrinas…, al miedo los colores de las ropas istmeñas, costeras, serranas y una chilena bien bailada… al miedo un tamal de vida, una tlayuda de abrazos… al miedo la subversión de la alegría, porque otro México es posible: Su pudo y se podrá.
Pero sucede que la esperanza también es contagiosa y lo mas dinámico de la sociedad mexicana lo está experimentando en sus movilizaciones. Entonces, al miedo, las calendas…, al miedo el baile burlón de las catrinas…, al miedo los colores de las ropas istmeñas, costeras, serranas y una chilena bien bailada… al miedo un tamal de vida, una tlayuda de abrazos… al miedo la subversión de la alegría, porque otro México es posible: Su pudo y se podrá.
Aprender
a ser libre es aprender a sonreír.
Octavio Paz
Fotos de J.Q.