Antes que nada, habría que mencionar que Arturo Martín
Jauretche no tuvo una relación fácil con el peronismo.
Sabemos que se suma al movimiento luego del 17 de octubre de
1945 y que, en 1946, se postula a senador como integrante de una de esas
pequeñas facciones del radicalismo que se incorporó al Peronismo. Pero tempranamente Don Arturo conocerá el efecto
del estilo personalista de conducción cuando una decisión de Perón lo deja
fuera de la lista de candidatos. Ese fue su primer desencuentro.
Luego, su
alejamiento de la función pública, en 1950 –presidía el banco Provincia de Bs
As- no sorprendió a la cúpula peronista, sus disidencias eran conocidas. Es el
momento en que Don Arturo comienza a sentir, sobre su persona como sobre otros
intelectuales que estaban cercanos al movimiento popular, el efecto del giro
autoritario del peronismo de los ‘50. De hecho, Hernández Arregui le anoticia
en una carta que uno de los más sobresalientes constitucionalistas argentinos
de entonces, que había sido el principal portavoz de la reforma constitucional
del peronismo en 1949, Arturo Enrique Sampay, estaba acusado de “infiltrado”.
El mismo Jauretche, durante dos años, deberá someterse a una investigación que
no tiene otro objeto que el de hostigarlo, al punto que el inspector de policía
llega a decirle: Vea doctor, la verdad
que a mí me mandan para ‘joderlo’, nada más.[1] No obstante, Don Arturo no
confundió una situación con otra: …me
llamé a silencio. Porque sabía que, con todos sus defectos, la caída de Perón
significaría la vuelta de la oligarquía y el imperialismo.[2] Es decir, no
se le hacía fácil convivir en el peronismo.
Ahora bien, ¿que es lo que cuestionaba Jauretche de Perón?
¿En que consistían esas tensiones? Y es aquí donde esa mirada crítica de Don
Arturo puede aportar algo a lo que sucedió con la derrota peronista en las
elecciones presidenciales del 2015.
Uno de los primeros temas que sobresalen es el fuerte rechazo
de Don Arturo al personalismo. El movimiento está unido a través de una sola figura y por ello no se puede dejar crecer otra
[...] Así se eliminaron muchos valores. Sistema que tiene la propiedad de permitir
la maniobra rápida pero anula la posibilidad de nucleamiento alrededor de cada uno de los tantos hombres capaces que
tiene el movimiento.[3] Pero además, ese personalismo tenía otras
consecuencias con las que Jauretche tenía problemas: los alcahuetes -o el coro
de aplaudidores, como solía decir- y la propaganda. Efectivamente, los adulones -decía Don Arturo- son una cosa terrible, porque destruyen,
porque no ayudan, no informan y engañan[4]. Lo alerté a Perón del mal que le causarían los obsecuentes, así como lo
contraproducente que resulta una propaganda machacona y personalista[5].
El problema del personalismo se hacía más grave con lo que
otros autores llamaron “tendencias hegemónicas del Peronismo”, que Jauretche
señaló claramente, y que enervaba a las clases medias y posibilitaba la
creación progresiva de un bloque opositor. Tendencias que parecían dejar poco
lugar a la disidencia creativa: Perón no
dejó margen para los no peronistas que eran nacionales. Caímos cuando pusimos lo partidario por encima
de lo nacional[6].
Finalmente, la relación con las clases medias y la burguesía.
La visión jauretcheana respecto a ésto, y a lo que debe ser una revolución
nacional en un país semicolonial, se desnuda como en ningún lugar en su
intercambio epistolar con J.W. Cooke. Allí escribe, con inocultable acritud
acerca del líder exiliado: El ‘genio de
la conducción’ se olvidó de los factores de poder que están excepcionalmente en
el campo de los trabajadores pero que de manera permanente reposan en la clase
media y la burguesía. Éramos el partido con todas las condiciones deseadas por
los teóricos de la revolución nacional, proletariado unido a las clases
progresistas, es decir, a los sectores del capitalismo vinculados al desarrollo
del mercado interno. El ‘conductor’ hizo cuenta electoral: los trabajadores me
dan un millón de votos de diferencia votando sólo los hombres, votando las
mujeres me darán dos millones. Puedo prescindir de los sectores burgueses y de
las clases medias que lo único que hacen es crearme problemas y discutirme la
unidad de mando que requiere mi genio. Se dedicó entonces, a destruir
sistemáticamente al sector político, que era el que impedía la unidad total de
las otras clases en su contra; después le metió al problema de la Iglesia. El resultado
fue el lógico; unificó alrededor de sus adversarios todas las clases que son
factores de poder, enervando a lo poco que se quedó de ellas que es el caso
nuestro. Cuando las clases estuvieron unificadas en su contra, lo voltearon y
los trabajadores no sirvieron para defenderlo.[7]
En fin… Me resultó interesante volver sobre estas viejas
notas y reflexiones...
Las comparto.
J.Q.
[1]
Arturo Jauretche. Revista Extra. Marzo de 1967. Citado por Galasso, Norberto,
Biografía de un argentino. Homo Sapiens, Buenos Aires, 1997.
[3]
Jauretche, Arturo. Tribuna Oral. 31 de enero de 1961. Citado por Galasso,
Norberto. OP. Cit.
[4]
Borradores de Arturo Jauretche. Citado por Galasso Op. cit.
[5]
Declaraciones a No. Galasso. Citado por Galasso
[6]
Jauretche, Arturo. Revista QUE, mayo de 1958. Citado por Galasso, Op.cit.
[7]
Arturo Jauretche en carta a J.W.Cooke. Cichero, Marta. Cartas peligrosas.
Planeta, Buenos Aires, 1992.