Homenaje pos morten a Jorge Devoto |
Leo a la presidenta y me cuestiona. Hace tiempo ya –demasiado- que me viene
entrando ese puñal. La leo y me devuelve un desafío al corazón… el de volver a
creer. La leo y me devuelve el desafío de no pararme en el rencor de lo que
estos mismos actores hicieron antes. La leo y me llama a encontrarme con otros
en el dolor de lo que nos sucedió. La leo y siento que me desafía a ir hacia
adelante y a dejar atrás el mito del eterno fracaso que –como tangueros
irredentos- llevamos encima. La leo y re leo… y siento que hay algo en mí que
se resiste a entrar de nuevo en ese juego… Los militares, el peronismo, el
radicalismo. Cuánto destrozo han hecho... Entre el crimen y la estafa, han destruído
el país. Y sin embargo, con su irreverencia habituial, el desafío me lo hace, insiste en hacerlo. Es como si
me dijera: “Si, así fue, pero aquí estamos… no derrotados. Existe la dignidad,
existe la alegría y estamos dispuestos. De a poco, vamos andando… Hoy
homenajeamos a Jorge Devoto, mañana, veremos”. Y así parece! Pero duele,
pareciera que el destrozo de otros tiempos y el sentido tanguero de siempre se
potencian para atarnos a la melancolía. Hasta duele el desafío de lo que sucede
en el país desde hace tiempo. Duele porque uno se acostumbra a quedarse en la
queja discepoliana… se acostumbra a decir: si
yo tuviera el corazón… el corazón que di… si yo pudiera como ayer… querer sin
presentir… Pareciera que uno no quiere salir de sentirse vacío ya de
esperar y de llorar tanta traición.
Sin embargo insiste… y pone el
dedo ahí, en el exacto y preciso lugar donde dolió antes: en la economía, la
cultura, la justicia, la desesperanza, el amor propio. A veces esa precisión de
bisturí me resulta insoportable, pero no puedo dejar de leerla y de contentarme
con su desafío. En el fondo, estoy feliz de que pueda volver a esperanzarme. Me
encanta Discépolo, disfruto el tango, pero soy de otra generación… y, siguiendo
el desafío de nuestros tiempos, enfrento a ese fatalismo con
otras letras. Porque además, todas las mañanas, no deja de desafiar. Entonces frente a aquel
narigón querido, irredento tristón que perdió su corazón…,
me paro y digo, con todas las formas de mi tiempo: “quien dijo que todo está perdido? Yo vengo a
ofrecer mi corazón… Tanta sangre que se llevo el río...”
Después de todo, es nuestro país, y así somos. Como
decía Osvaldo Soriano, nadie es del todo
argentino sin un buen fracaso, sin una frustración plena, intensa, digna de una
pena infinita. Pero somos algo más que tango. El
desafío de estos tiempos viene a compensar el bandoneón que cargamos con la celebración vital del violín quichuista
de las chacareras, la sensualidad de las zambas, con el cogollo regalado en una
tonada, el abrazo chamamecero o el repique de los tambores murgeros. Y ahí
vamos, celebrando desafíos y reflotando esas viejas musicalidades que teníamos dentro nuestro en las múltiples formas de este nuevo tiempo.
Abrazos.
J.Q.
Buenísimo
ResponderEliminarEstimado amigo y compañero, muchas de las sensaciones reflejadas en tu escrito me cruzan el alma a diario. Este es un gobierno raro, nos endulza con decisiones y tomas de posición que no podemos dejar de acompañar pero a la vez tiene comportamientos de autista que hacen pensar en los reiterados fracasos. No puedo dejar de apoyar políticas que han transformado la visión y el sentido común neoliberal y a la vez no tengo porqué soportar el enriquecimiento de los amigos, el ninguneo institucional (las maniobras para salvar al vice fueron repudiables), las alianzas vergonzosas, el saqueo minero y un largo etc. Creo que a esta altura nos debemos la crítica implacable de las miserias sin temor a caer en el chantaje del fantasma de la traición.
ResponderEliminarMarcelo:
ResponderEliminarNo lo podría haber dicho mejor... muchas gracias... Abrazos.