Caminaba por la vecindad de la
Habana Vieja, buscando café con una amiga cubana, y como la bodega estatal
estaba cerrada optamos –como la mayoría de los cubanos- por “la libre”. Lo
curioso de esa búsqueda fue que en la esquina había una cabeza de cerdo. Si,
una cabeza de cerdo frente a la cual todos pasaban como si la misma no
existiese. Ante mi sorpresa, que se tradujo automáticamente en fotografías de
uno y otro ángulo, quien me acompañaba me dijo: “Seguro es santería o brujería”.
El dato se sumaba a muchos otros detalles que venía acumulando en mi pequeña libreta de anotaciones. Hacía unos días que había llegado de Santiago, en el oriente de la isla, donde nuestro anfitrión tenía una particular vitrina en la cual se dejaban ver una serie de santos que a sus pies tenían cigarros, miel, semillas, vasitos de ron, etc. Y en lo más alto del altar, muy ordenado y diariamente limpio, entre los santos mas importantes, un cuadro del Che Guevara. Es decir, sin saberlo, en Santiago nos esperaba una síntesis de la religiosidad cubana: la santería afrocubana, el panteón católico y el revolucionario. Todo mezclado en un culto que sólo nuestro querido amigo supo detallar en una conversación que se prolongó hasta las tres de la mañana.
De norte a sur, de oriente a
occidente, las “noticias” de estos testimonios religiosos como de la
convivencia entre los cultos, son habituales. Y puede verse que a veces la convivencia es un
poco problemática. No es extraño por ejemplo, encontrar en una iglesia un
cartel solicitando que no se hagan "brujerías" en la puerta de la “casa de dios”.
Una bailarina de salsa, una mulata bien dotada con quien bailé unos tangos en la “Casa del tango“ de la Habana, devota de la santería, nos dio muchos ejemplos de cómo ese culto no fue bien tolerado por la revolución. Tal como lo señalaron otros testimonios (inclusive dirigentes del Partido), hasta el 4to congreso del Partido, y sobre todo hasta la llegada del Papa Juan Pablo II, la relación del Estado con los seguidores de la santería y del culto católico no fue fácil. Desde aquel momento la tolerancia es absoluta excepto para los Testigos de Jehová, quienes cosechan pocos amores por estos lados.
Una bailarina de salsa, una mulata bien dotada con quien bailé unos tangos en la “Casa del tango“ de la Habana, devota de la santería, nos dio muchos ejemplos de cómo ese culto no fue bien tolerado por la revolución. Tal como lo señalaron otros testimonios (inclusive dirigentes del Partido), hasta el 4to congreso del Partido, y sobre todo hasta la llegada del Papa Juan Pablo II, la relación del Estado con los seguidores de la santería y del culto católico no fue fácil. Desde aquel momento la tolerancia es absoluta excepto para los Testigos de Jehová, quienes cosechan pocos amores por estos lados.
Para el caminante no cubano la
potencia de la “santería” o la religiosidad de los afrocubanos no puede dejar de llamar la atención por su colorido y sus formas. Estos credos tienen su origen en las aldeas del oeste africano desde
donde fueron traídos los esclavos lucumí. Recorriendo la isla, observando los
detalles y conversando con la gente, puede verse inclusive las distintas
tendencias de esta religiosidad. Por ejemplo, hacia el oriente -la zona de
Guantanamo o Santiago- los rasgos yoruba dejan lugar a elementos religiosos que
tienen su origen en la zona del actual Congo e inclusive, en las zonas rurales
hay una presencia fuerte del Vudú,
introducido por la migración proveniente de Haití que tiene su origen en otras
zonas de Africa.
El sistema de la santería tiene
una enorme complejidad porque no es homogéneo y depende de la forma en que en
cada una de las regiones se fue produciendo esa particular amalgama entre las
distintas etnias africanas, reunidas por la esclavitud, y el catolicismo. Por
eso se dice que terminó siendo un sistema de culto con rasgos muy locales, pero
muy arraigado en la sociedad
Con el caminar de la isla fui encontrando la explicación a esa gente vestida totalmente de blanco, a los colores de los collares, a los muñecos, a los brazaletes, etc. El testimonio más jugoso sobre estos cultos nos lo dio nuestro anfitrión de Santiago. El hombre estaba tan entusiasmado por contarnos los detalles de su altar, de su “iniciación”, de lo imprescindible que es la figura del Che como de preguntarnos por el mundo fuera de Cuba. El diálogo era fascinante, con una hospitalidad inesperada. Dimos vueltas por Argentina y España... pero la conversación volvió a ese terreno de las creencias populares donde se mezclan lo sagrado y lo profano como también a la medicina alternativa y popular que en nuestras tierras es el terreno del empacho, el mal de ojo o la culebrilla y que en Cuba tienen nominaciones diferentes, a pesar de que se trata de los mismos "cuadros clínicos”. Cuando empezamos con la cuestión de la juventud, la escasez permanente de productos y alimentos, la migración de oriente a occidente, ya eran las tres de la mañana y nuestro bus a Holguín partía a las 6. Imposible seguir, nos fuimos a dormir resguardados por los "orishas" que estaban en la puerta de la habitación, con sus coloridas vestimentas, collares y ofrendas: Obatalá; Ochosi; Baba-Lu-Ayé; Orúmbila; Eleguá; Changó; Ochún; Yemayá y, por supuesto el Che Guevara, todos cuidaron nuestro sueño.
J.Q.
Nota: Sobre las cuestiones de la santería puede consultarse: Lachatañeré, Rómulo. El sistema religioso de los afrocubanos. Un clásico sobre el tema.
Con el caminar de la isla fui encontrando la explicación a esa gente vestida totalmente de blanco, a los colores de los collares, a los muñecos, a los brazaletes, etc. El testimonio más jugoso sobre estos cultos nos lo dio nuestro anfitrión de Santiago. El hombre estaba tan entusiasmado por contarnos los detalles de su altar, de su “iniciación”, de lo imprescindible que es la figura del Che como de preguntarnos por el mundo fuera de Cuba. El diálogo era fascinante, con una hospitalidad inesperada. Dimos vueltas por Argentina y España... pero la conversación volvió a ese terreno de las creencias populares donde se mezclan lo sagrado y lo profano como también a la medicina alternativa y popular que en nuestras tierras es el terreno del empacho, el mal de ojo o la culebrilla y que en Cuba tienen nominaciones diferentes, a pesar de que se trata de los mismos "cuadros clínicos”. Cuando empezamos con la cuestión de la juventud, la escasez permanente de productos y alimentos, la migración de oriente a occidente, ya eran las tres de la mañana y nuestro bus a Holguín partía a las 6. Imposible seguir, nos fuimos a dormir resguardados por los "orishas" que estaban en la puerta de la habitación, con sus coloridas vestimentas, collares y ofrendas: Obatalá; Ochosi; Baba-Lu-Ayé; Orúmbila; Eleguá; Changó; Ochún; Yemayá y, por supuesto el Che Guevara, todos cuidaron nuestro sueño.
J.Q.
Nota: Sobre las cuestiones de la santería puede consultarse: Lachatañeré, Rómulo. El sistema religioso de los afrocubanos. Un clásico sobre el tema.