lunes, 15 de abril de 2013

Inés y el tango



He disfrutado de las milongas en España y, como en tantos otros lugares, me pregunté por el momento, la forma, en que el tango desembarcó en ese hermoso país. Pensaba en esto estando allí, precisamente en Salamanca luego de una mágica milonga en La Rayuela (sobre la Rúa Mayor).
Vino entonces a mi memoria lo que había leído semanas atrás en una novela de Almudena Grandes, Inés y la alegría. Quizá sirva, como toda novela histórica, como herramienta para imaginarse la forma del desembarco de esta danza en esa España “de olor a incienso, de cal y caña”.
La historia que narra Grandes es la de una mujer de familia que, por sus costumbres, se adivina conservadora y muy católica, y que atraviesa la Guerra Civil y su exilio en Francia. En los comienzos de la novela, 1933, Inés –la protagonista- relata lo siguiente:

Mi prima volvió a Madrid acompañando a un pianista uruguayo, de piel muy blanca y pelo muy negro, largo como el de los trovadores medievales, a quien presentó como su prometido. En aquel calificativo se agotó su cautela. Enseguida se corrió la voz de que él nunca la llamaba María, sino Florencia, porque ella había decidido renunciar a su primer nombre y usar solamente el segundo, pero ésa, con ser llamativa, no fue la única novedad. La hija pródiga de mi tía Maruja, que era tan alta, tan ancha de hombros como yo, llevaba vestidos de satén y de raso, tejidos livianos, brillantes, que le sentaban estupendamente, aunque, o quizás porque, se le pegaban a las caderas cuando andaba y dejaba ver sus piernas, la falda justo por debajo de la rodilla. Había quien juraba que la había visto con pantalones, y todos pudimos ver que llevaba el pelo mas corto que su novio, la nuca al aire, que se pintaba los ojos con un lápiz negro y cremoso, como los que usaban las mujeres árabes, que fumaba con boquilla y hasta que se tragaba el humo. Sin embargo, este completo catálogo de horrores no encajaba en absoluto con la imagen de la desgraciada tirada en el arroyo que las autoridades de mi familia le habían asignado tantas veces. Mi prima estaba guapísima, bien alimentada, bien vestida, y cargada de sortijas en todos los dedos, aunque ninguna relucía tanto como sus ojos de persona feliz, de esas que no necesitan la aprobación de nadie para disfrutar de su suerte.
El novio de Florencia, Osvaldo, había venido a Madrid para dar un concierto en el Teatro Real […] al primero no pude asistir porque todavía tenía dieciséis años y mi madre era muy conservadora al respecto, pero escuché la crónica de Carmencita, que ya frecuentaba los bailes del Ritz y hallaba un oscuro placer en repasar en público el escándalo que Florencia había formado al bailar un tango con el uruguayo.
Pegados, pegados, pero pegados como lapas - y juntaba las palmas de las manos como para dar más énfasis a su descripción-, acoplados como animales, de verdad, ¡que vergüenza! La gente les hacía corro, claro, porque ella.. ¡venga a meter la pierna entre las piernas de él! Y él… ¡Venga a tirarla al suelo para levantarla después! Yo ya no sabía donde meterme, en serio[…] no creo que ninguna mujer decente tenga que despatarrarse de esa manera para bailar ninguna pieza.

La novela histórica es una forma muy particular de entrar en el pasado. No vamos a discutir, como si fuéramos historiadores académicos que cuidan su parcela, si vale o no vale, si sirve o no para pensar el pasado. Mas allá de esas discusiones la novela histórica crea –se quiera o no- imágenes del pasado porque tiene la potencia del drama y parte de las tensiones de la vida cotidiana. El relato de Inés me parece verosímil en los tiempos previos a la Guerra Civil, donde el conservadorismo español estaba tan erizado con todo lo que significase desafío a lo “decente” descartando por ello el “buen vivir”. Puede que haya sido algo así y sino, a mi me gustó la idea de sugerir e imaginarme aquel desembarco de esta manera.
Salúd!!!
J.Q.

7 comentarios:

  1. Juan, bueniiisimo !!!!! Me encanta saber q has abierto esta puerta y te vamos a leer....., !! salud!!! Para seguir haciendo..., abrazosss :-)

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    1. Es un pasatiempo che... me gusta compartir cosas en este medio... Abrazos Presen querida!!!

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  2. J.Q., muchas gracias por compartir tu blog, estaré atenta a tus publicaciones.
    Por la parte que me toca, me alegro infinito de que el tango llegara a España y superara la censura... habrá que disfrutarlo a tope mientras podamos.
    Un abrazo tanguero
    Pitiflora

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  3. Leyendo tu sinopsis sobre Inés y la alegría (no he leído el libro) querría aprovechar para reflexionar sobre la actitud de muchas mujeres en la milonga. Uno se aburre de escuchar a muchas chicas lo invisibles que se sienten cuando van a bailar, por supuesto todas dan una y mil vueltas para justificar su situación. Como por aquí el cabeceo no funciona (por cierto, qué gran invento), simplemente les digo, proponedlo vosotras, directamente, no de la forma tan extraña con que lo hacen algunas. Porque en otros ámbitos y después de ochenta años (en realidad miles de años), afortunadamente la mayoría se siente y vive como Florencia. Pero al llegar a la milonga se produce una misteriosa mutación, esa mayoría se transforma en la bienpensante y sumisa Inés. Los códigos sociales son respuestas razonables para un buen funcionamiento grupal. Mantener ciertos códigos sexistas estereotipados en la milonga me parece ridículo, ni siquiera producen glamour. Eso sí les quedaría la parte más dura que es aceptar con naturalidad un rechazo, pero chicas, sólo es cuestión de rodaje.

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    1. Excelente reflexión.
      Cuando comenzé a bailar tango " corcoveaba un poco" como dicen en el campo.Es posible, que además de mi inexperiencia se sumara pertenecer a una generación ( los setenta y los ochenta)de mujeres que nos habíamos acostumbrado a timonear de nuestra nave con el trabajo, la casa y los hijos a cuesta.
      Recuerdo en esas primeras milongas , comencé a bailar con un señor de más de sesenta décadas . A los pocos minutos se detuvo, me miró sin dudar y me marcó un certero diagnóstico de lectura corporal - mire señorita....yo no sé cómo será en su vida, pero le advierto que aquí, en el tango...el que manda es el hombre¨-
      Aprendí la lección y por seguro... me dejé conducir con los beneficios placenteros que esa actitud provee a la energía del baile.
      Por fuera la cosa es distinta y aquí voy con tu observación: aquí en la Argentina... y no sé en España, la pista de baile primero se llena con las mujeres jóvenes... la posibilidad de que te saquen a bailar es inversamente proporcional a la cantidad de años ,la tonicidad de tu culo y el ser una cara ¨nueva¨en la milonga. ( conozco pocos hombres que se sustraen al encanto de estrenar un cuerpo y ¨enseñarte¨cómo es la cosa. Los ¨otros¨que nos miran bailar definen la escena.

      Podés compensar con destreza en la danza,o por supuesto yendo con tu pareja.
      Habrá que salir a sacar a los hombres, y aceptar la parte más dura que es aceptar el rechazo. Nos queda el desafío mutuo de una danza que maravillosamente afirma las diferencias, en un mundo tan standarizado.
      Amanda

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  4. Huufff que comentarios!!! El de Amanda y el del amigo de Valladolid!! Muchas gracias por comentar... por prestar su tiempo. Hay mucha tela para cortar en ésto... el tango, como danza de fines del s.XIX no deja de desafiar, ese es el tema... estoy escribiendo sobre la cuestión, para seguir compartiendo lo que nos pasa en la milonga. Abrazos muchos!!! y Nuevamente gracias!!!

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