jueves, 18 de abril de 2013

"Infancia clandestina” o la ceguera montonera



La construcción de la memoria social de pasados traumáticos tiene sus etapas. No todo puede ponerse sobre la mesa de los recuerdos en forma inmediata y, si se lo hace, esas anticipaciones quedan marginadas hasta que la sociedad esté en condiciones de admitir esos “nuevos” elementos.
Argentina es una de prueba de ello –aunque con una velocidad insólita- a muy poco de sucedido el último de sus genocidios, provocó persistentemente la discusión sobre su pasado traumático, incorporando los elementos que en cada etapa podía asimilar, en un proceso de construcción de la memoria de la mano con los reclamos de justicia. Así, hemos pasado de la época de “los dos demonios” que tuvo su expresión cinematográfica con La historia oficial, a la crisis de todos esos relatos “oficiales” sobre los 60’s y 70’s como efecto de la crisis de 2001.

Vivimos hoy una Argentina en donde, lento pero seguro, el Estado avanza en resolver una gran deuda con su sociedad: la sanción a los genocidas. Procesos judiciales de
los cuales nos sentimos orgullosos y nos coloca en una situación distinta para mirar el pasado hacia un nuevo equilibrio con él. Equilibrio, reitero, siempre provisorio. Ahora, con ese camino transitado, podemos avanzar y decir que todo lo relativo al genocidio dictatorial no puede llevar a ocultar, negar y menos aún reivindicar ciertas lógicas revolucionarias que tienen claramente un “adn” de criminalidad. Y menos aún justificar uno con el otro. La película de Benjamín Ávila, Infancia Clandestina, nos coloca en ese desafío del nuevo punto.

Este film, su sola existencia, y el hecho de que haya sido elegida por Argentina para competir por el Oscar –lo cual le da un barniz de gran representatividad a su relato- habla de una etapa distinta en la construcción de la memoria. ¿Cuál es la particularidad de este relato?
Se trata de una mirada que hecha luz sobre algo de lo que ya se había señalado hace tiempo pero que, reitero, no era momento como para ponerlo tan ampliamente en debate. La cuestión viene de lejos, la había puesto en evidencia Arturo Jauretche en sus diferencias con J.W.Cooke y con Montoneros; luego Rodolfo Walsh en sus críticas a la conducción montonera (en los comienzos de la dictadura); y, en tiempos de democracia Miguel Bonasso con su impecable “Recuerdos de la muerte”, Jorge Lanata con su “Morir de amor” o Daniel Muchnik en “La negación de la realidad” (por citar sólo algunos textos). Se trata de la ceguera revolucionaria y del militarismo de los años ’60 y ’70, en este caso, de Montoneros.

El tema está en la película desde el comienzo, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor grado de explicitación. Es el hilo conductor. Desde que ese niño es obligado a vivir con otra identidad, en los momentos en que él mismo -acosado por esa lógica- decide terminar con ella quemando los papeles “revolucionarios” de sus padres, en fin, en todo momento el relato nos lleva por las distintas formas que adopta el problema. Pero hay dos diálogos que parecen sintetizar este drama. El que sostiene el personaje de Natalia Oreiro con su madre (la impecable Cristina Benegas). Claramente se enfrentan allí la ceguera del montonerismo con la realidad que los interpela en la voz de la Benegas con una simple pero lapidaria pregunta: “No entiendo porque volvieron en este momento, justamente, al país… ¿Pero Uds saben lo que está pasando?!! cómo estamos?!!! Tienen que irse!!!” Si, es la expresión de alguien con miedo, pero ese temor tiene sus razones y, a esta altura del partido huelga hablar de ellas. Hay suficientes pruebas de que aquella mujer tenía razón.
El otro diálogo revelador al respecto es el que sostiene el padre del protagonista (oficial montonero) con el tío Beto. Allí se expone una lógica propia del dogmatismo y la ceguera, donde no hay lugar para la alegría, para la vitalidad de la sonrisa e inclusive el amor adolescente de su hijo. La vida, esa que le impone a su hijo, junto con otra identidad, no tiene lugar para esas cosas porque la vida es lucha y, en definitiva, guerra. Es la lógica del iluminismo revolucionario, la misma que señalaba Jauretche en sus diferencias con la organización y –mucho antes- con Cooke. La respuesta del tío Beto es visceral, no puede entender que se pueda escindir tanto la vida y no acepta que por “bailar”, por festejar el cumpleaños de su sobrino (cumpleaños inventado, claro) se lo tilde de tibio o “burgués”.
La película está llena de detalles, imágenes y situaciones al respecto. Otra, por ejemplo, cuando se reúnen en la casa del protagonista que obliga a sus compañeros a  “cuadrarse militarmente”. Nada de esto se había contado en el cine argentino que revisa el pasado doloroso de mediados de los setenta. Así como “La historia oficial” en su momento, “Infancia clandestina” marca otra etapa en la construcción de la memoria, un punto de inflexión con nuevos matices que ya no pueden dejar de ocultarse. Más aún, ahora son explícitos y de difusión masiva. Benjamín Ávila tiene, en ese sentido, la valentía de mostrar esos elementos con la calidad de un gran artista y –sobre todo- sin perder el contexto: el tema de la beba, hacia el final, es el brutal testigo contextual del genocidio.
Una película para ver, sentir y pensar.
Salú!!
J.Q.

5 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Al final das la clave que en mi opinión "salva" tu comentario: no perder el contexto. Porque sino, pareciera que centrar el tema de la película en los errores de unos civiles más o menos representativos nos hace perder el contexto de los verdaderos culpables de la catástrofe.
    Salud y tango!

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  2. Los verdaderos culpables ya están juzgados y en el contexto actual.
    No encuentro nada para ¨¨ salvar¨´ ni para ¨condenar¨ en el artículo . Sí para elogiar por la valentía y honestidad de escribirlo y publicarlo.
    Nos duela o no, a mi parecer Juan nos interpela sobre la posibilidad de construir colectivamente alguna discrepancia ,algún interrogante que abra nuevos sentidos y avance unos pasos mas adelante para auxiliar a las nuevas generaciones que ¨lo escucharon¨ pero no lo vivieron. Un intelectual comprometido siempre nos perturba....y resulta tan necesario!!!!!

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  3. Gracias Amanda!!! el tema es fuerte y, como tantos otros de este hermoso país, a veces me desborda... te mando un gran abrazo querida amiga!!!
    Juan

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  4. Las actuaciones de César Troncoso y Natalia Oreiro me parecieron excelentes. Algo de lo que más destaco es la buena producción de la película, pues de esta forma se disfruta cada elemento de la misma.

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