Reconozcamos algo, ir a un lugar para confirmar la imagen que
previamente tenemos de esa geografía o sociedad, es no sólo conocer poco sino que
además podríamos preguntarnos, en definitiva,
en un acto de sinceridad: ¿para que fui?
Todos tenemos un amigo que, siendo admirador del “milagro
alemán”, vuelve de Berlín con imágenes que confirmaban lo que ya antes de ir
nos decía. O aquel amigo progresista, o reaccionario, que vuelve de Cuba
reproduciendo su mismo discurso, pero con fotos.
Inmigrantes iraníes en Trafalgar Square (Londres). Foto J. Quintar - 2016 |
Pues bien, viajar para conocer implica cierto esfuerzo
previo por desarmar esos lugares comunes. Viajar sin desarmarlos equivale, como
bien lo sugiere Onfray, a la lógica del misionero: estar tan centrado en la propia perspectiva que no se puede ver al otro, no se puede dejar de medir la realidad
nueva sin la vara de la propia cultura.
Viajar para confirmar los lugares comunes es una manera,
aunque suavizada, de no ver al otro, de echarle otra palada de tierra sobre la
negación que el lugar común construye. Entre el riesgo de la perspectiva del
misionero y la imposible virginidad mental y perceptiva -porque es imposible
viajar vacío de prejuicios y de lugares comunes- hay un viaje diferente: “Nada de
verdades absolutas, dice Onfray, solo verdades relativas… nada de instrumentos
comparativos que imponen la lectura de un lugar con los instrumentos de otro”. Más
bien la voluntad de dejarse sorprender, estar abierto a lo novedoso,
efectivamente como un recién llegado.
Por las calles de la Habana J.Quintar 2015. |
Entonces, así como es imposible viajar cargando una
virginidad de lugares comunes y de prejuicios, o con una inocencia parecida a
la de una página en blanco, la idea está en tratar de desarmar previamente y acercarse
a esa inocencia deseada.
Dicho esto, se podría decir que el desarmar los prejuicios y
los lugares comunes requiere de tiempo, de estar más tiempo en determinado
lugar, o de leer e instruirse respecto a ese destino. Pero advierto, junto con
el autor que estamos comentando, Onfray, que no se trata de estar más tiempo en
esa región de destino o de desandar lecturas y racionalidades, sino más bien de
una actitud. Se trata de captar como simple novedad lo que “el otro” nos
muestra. Esa actitud o aptitud, desborda al doctorado, al leído. Es decir, la
cuestión va más allá de la formación intelectual, más allá de acumular citas
textos o de estar mucho tiempo. Hay algunos que acumulan tanta biblioteca que tienen dificultades de percepción, otros que
viven mucho tiempo en un país distinto al que nacieron y están siempre como
exiliados, los hay también que en poco tiempo captan el corazón de una cultura:
es, me parece, una cuestión de actitud.
Salú!!
J.Q.
Ideas extraídas de "Teoría del viaje", de Michel Onfray. Taurus, Buenos Aires 2016.
Salú!!
J.Q.
Ideas extraídas de "Teoría del viaje", de Michel Onfray. Taurus, Buenos Aires 2016.
muy cierto, estimado Juan! gracias por la data del libro!!
ResponderEliminarGracias amiga!!!! Abrazote!!!
EliminarTal cual Juan, yo digo que hay que aprender a viajar con la mente y el corazón abiertos; abiertos a conocer quién es el otro.
ResponderEliminarY que lindo que es volver habiendo asomado a esos mundos diferentes, no? Un abrazo grande!!! Gracias por comentar.
Eliminarme cae muy bien esta distinción que trata de dejar de lado o superar los prejuicios de los lugares que visitaremos. Pareciera que lA LLAVE ESTÁ EN DESCUBRIR AL OTRO EN LA EMPATIA QUE SINTAMOS Y QUE PODAMOS EXPRESAR. mUY LINDO POR LO ESCLARECEDOR EL COMENTARIO jUAN.
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