lunes, 8 de agosto de 2011

Las manos del Riachuelo

Hace algunos meses caminaba por la calles de La Boca, en Buenos Aires. Pasaba de la melancolía a la tristeza y las paredes me decían cosas. En una biblioteca popular del colorido barrio había un mural en el que se leía: La lectura es el boleto de quienes no pueden subir al tren. Mas adelante, en otro mural: “… por eso tengo el corazón, mirando al sur”. Unas cuadras más allá, una reflexión de Quinquela Martín: A todo hombre que sueña le falta un tornillo. Este tornillo no los volverá cuerdos; por el contrario, los preservará contra la pérdida de esa locura luminosa de la que se sienten orgullosos.
Camino por la ribera de la Vuelta de Rocha y, a pesar de que la estética moderna a hecho que retiraran casi todos los viejos barcos abandonados, y que el día es luminoso… el agua chocolatada de mugre, los pocos barcos oxidados en su suerte y el puente Avellaneda, hacen que la nostalgia se sostenga. Tomo un café en esas orillas porteñas y, como adivinando mi estado, suenan los viejos versos de Cadícamo en la voz de Rivero:


Sueña, marinero, con tu viejo bergantín,
bebe tus nostalgias en el sordo cafetín...
. . . . . . . . . .
Nieblas del Riachuelo… amarrado al recuerdo,
Te sigo esperando…

La joven pareja bailaba lindo cerca de Caminito, los turistas japoneses sacaban fotos, y yo seguía asombrado con las manos que había visto cinco minutos antes.
Manos de puerto, de barcos, de sudor y de colores. La foto está colgada en el Museo – casa Quiquela Martín. Son las manos del gran pintor de la Boca que de bebé fuera recogido del orfanato por una pareja humilde, los Chinchela, y que de niño ayudaba a su padre en la carbonería, con una sostenida curiosidad por los dibujos, las pinturas y los colores de los barcos. En ese barrio, tan dinámico en organizaciones sociales como en nuestros días, aprendió algo del manejo del pincel… lo demás, fue la conjunción de su talento, como en todo artista, de saber mirar y traducir sus pasiones. Su alimento era el hombre común, como sus padres, como él… Veníamos de hogares obreros, de gente humilde. No íbamos al pueblo, pertenecíamos al pueblo… He querido que el hombre común se reconozca en mi obra, que sienta que su tarea también tiene grandeza, que aprenda a gozar de la belleza de la luz, del color…

Caminaba ahora por las afueras del museo, a orillas del río, donde hay un monumento a Don Benito Quinquela. En frente, este hombre había hecho construir -para su barrio- un lactario para dar alimento a los niños abandonados, una escuela de artes gráficas para los chicos de La Boca, un centro odontológico y un jardín de infantes. Estaba allí, parado, en donde se cruzan la nostalgia y la admiración, cuando una pareja de jóvenes se acercó al busto, leyó una frase de don Benito: Los hombres no valen por lo que tienen, ni siquiera por lo que son, valen por lo que dan. Él le dijo a ella: “Que linda frase.., ¿quién será este tipo?”; ella dijo: “no sé, pero tiene onda...¿no?”.
Inmediatamente dejé esa esquina para caminar por la calle de las preguntas. Todas remitían a los pliegues de la memoria, al diálogo entre generaciones y a la forma en que nos construimos como sociedad. El razonamiento en el que entré me sacó un poco de la nostalgia, pero no de la admiración por este gran hombre.
Todo esto es sólo para decir que cuando escucho Nieblas del riachuelo, además de disfrutar la belleza de ese tango de Cobián y Cadícamo, vuelvo a aquel día en que, por azar del caminante, la razón -en una victoria efímera- reconquistó la tarde.
Les dejo una delicada versión de ese tango, en la voz de Diego “el Cigala”, con el piano de “Bebo” Valdéz.
Salú !!

6 comentarios:

  1. muy lindo Juan, son poèsias dentro de poèsias

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  2. Gracias... me gustó escribirlo ... Gran abrazo !!!
    Muito obrigado.

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  3. Y con esas palabras señor Quintar a quien se le apetece subir al tren? Mejor leyendo y mirando al sur, hacia una linda locura luminosa! Namaste. Carmen.

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  4. Je je... gracias Carmen !!! Abrazo

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