sábado, 26 de marzo de 2011

Hechale premium...

Publicado en La Mañana de Neuquén, Suplemento Económico, Domingo 3 de abril de 2011

En una estación de servicios de las afueras de la ciudad de Neuquén, la señora –con toda la pinta de un destino cordillerano- se baja de su auto nuevo y le pide al playero que llene el tanque. Cuando le dicen que no hay nafta súper contesta: “hechale Premium” (que es casi un 20% más cara). 

La situación es todo un cuadro de estos días, la falta de combustible, -en especial de nafta súper- los domingos, los comienzos de cada semana o los fines de semana largos. Pero el cuadro nos habla también del aumento del consumo. Pareciera una pintura bastante simple de describir: La Argentina viene creciendo a tasas asiáticas, un 8,3 por ciento el último año, recuperando el ritmo que nos caracterizara desde 2003. Y si bien hay un “viento de cola” importante (la tracción asiática, el crecimiento de nuestro principal socio -el Brasil- el precio de las materias primas que no para de crecer, etc.), no es un dato menor el consumo doméstico como factor de expansión. En el 2010, el consumo interno es responsable en casi un 50% de gran parte de ese  crecimiento y ello obedece a la multiplicación del empleo como a la mejora de los salarios. Está claro que ese aumento de la demanda presiona sobre la producción, los precios (inflación por demanda) y, claro está, también sobre la estructura energética. 
Hasta las petroleras mismas señalan que los niveles de producción hoy no alcanzan para satisfacer una demanda que crece a pasos agigantados. Entre el año 2003 y el 2010, la producción de petróleo procesado cayó 7,4%, mientras que la demanda de combustibles líquidos, en el mismo periodo, creció 43%. La realidad es ésta: hoy la Argentina produce menos nafta que hace 20 años y la cantidad de automóviles creció enormemente. Los datos del Instituto Argentino del Petróleo y Gas lo confirman: en el 2010 producimos 1.200.000 metros cúbicos de nafta menos que en 1990.
Como se ha dicho mas arriba, es la consecuencia del aumento de la demanda que implica todo proceso de crecimiento. Para decirlo de una manera sencilla: El muchacho crece y le queda chica la ropa. Y es indudable que así sea, pero eso es solo parte de la cuestión. Cuando nos informamos sobre el problema, nos vemos inmediatamente  sumergidos en tratar de entender las distintas rentabilidades que inciden sobre el problema: los trabajadores de las expendedoras de combustible que reclaman un 30% de aumento salarial; la Cámara de Expendedores de la República Argentina dice que trabajan al límite y que la cantidad que se distribuye es poca, que agotan rápidamente el stock; las petroleras reclaman por su baja rentabilidad, dicen que no pueden aumentar los precios por los límites que impone el Gobierno, que no importan porque les sale más caro, y que por todo eso tienen problemas para invertir más y satisfacer una demanda que no para de crecer. Entre las petroleras las cosas también son difíciles de entender: Repsol – YPF dice que Shell y Esso están con capacidad productiva ociosa, éstas responden lo contrario. El Gobierno, con el fin de paliar la situación, pone trabas a la exportación de naftas para controlar la escasez, hace acuerdos con DPVSA, etc., pero no alcanza. 
La pregunta clave es: ¿Cómo la disponibilidad de un recurso estratégico, básico para una nación, está siendo definido por entramados de intereses y rentabilidades privadas?

Una de las consecuencias de las reformas energéticas de los ’90, continuadas parcialmente en la posconvertibilidad -en el caso de los hidrocarburos con la llamada “ley corta”-, es que el suministro de combustible líquido está pendiente de la rentabilidad de quienes están involucrados en el negocio y, en segundo lugar, la gran renta que deriva de esa actividad no necesariamente es reinvertida en la estructura energética nacional sino donde mayor rentabilidad le de a las empresas del sector (el norte de Africa, por ejemplo). Volviendo a nuestra verdad a medias, es cierto que el muchacho crece y la ropa le queda chica, el problema ahora es cómo seguir ese crecimiento cuando los tutores de la criatura no solo vendieron la ropa sino también la máquina de coser con la que la hacían. Hoy tratamos de suplir ese problema con “parches de tela” que podemos comprar por una política económica que ha impulsado el crecimiento, pero se encuentra con ese límite que, como es obvio, es un gran desafío para los tiempos que vienen.
El aumento de la demanda y el problema de la inversión para la búsqueda de reservas es un cuello de botella que se viene anunciando desde tiempos lejanos. Especialistas como Nicolás Di Sbroiavacca señalaba el año pasado que la Argentina podría convertirse en el 2011 en importador neto de petróleo. No es un tema nuevo, no va a tardar mucho para que la importación de petróleo se haga sentir en la balanza comercial. Los memoriosos verán aquí la sombra de Frondizi y su “batalla por el petróleo” para lograr el autoabastecimiento y alivianar el sector externo de la carga que impone la importación de energía. Lo cierto es que “todos los caminos conducen a Roma”: lo que está en el centro de la cuestión es la recuperación del control nacional de los hidrocarburos. Frente a ese desafío no hay un solo camino. Aunque no hay fáciles ni de corto plazo, la Argentina ha demostrado ya cuánto puede hacer desandando caminos tortuosos. En casi todos los países del mundo el petróleo es considerado un bien estratégico y no un bien comercial cualquiera. Si queremos transitar la senda de recuperar el control sobre ese recurso, debemos también considerarlo así y estamos en una inmejorable coyuntura para hacerlo. Dependemos de la voluntad política para que lo urgente no desplace a lo importante.




 

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